5
PEK, EL GUARDIÁN DEL HOGAR
—¡Soltadme! ¡No os atreváis a tocarme! ¡Dejadme ir! —Nadya fue empujada sin delicadeza al interior de su dormitorio. Enseguida escuchó que los guardias cerraban las puertas.
En el suelo, la muchacha se incorporó, bufando. Qué situación tan humillante era aquella para una princesa. «Si mi padre estuviese aquí», pensó, «jamás se habrían atrevido a ponerme una mano encima».
Desolada, se lanzó contra los picaportes e intentó forzarlos, en vano. La habían encerrado. Las piernas le temblaban. Pensó en el zar y en las oscuras intenciones del Comandante Komarov. Pegó el oído a la puerta, siendo correspondida tan solo por el silencio que reinaba en el corredor.
Se preguntó que habría pasado con los invitados al baile y también con los criados. ¿Estaría bien la pobre Anya? ¿Y el buen Mikhail?
Un ruido a sus espaldas la asustó. Sus irises azules viajaron hasta la chimenea, al otro lado de la habitación. Allí, debajo de las cenizas, algo se estaba moviendo, algo que resoplaba y se sacudía, expulsando diminutas brasas hacia la fina alfombra de oro y seda.
Nadya se acercó con cautela, reclamando para sus adentros que habían sido ya suficientes sorpresas para una sola noche.
Tomó un paraguas que colgaba descuidadamente de una percha cercana, —aunque Anya se esforzaba por mantener sus habitaciones en orden, ella siempre terminaba dejando algunas cosas fuera de lugar— y lo colocó de forma defensiva frente a sí, lista para atacar a la cosa que se ocultaba en la chimenea.
Por un instante aquello se dejó de mover… y luego, un fuerte estornudo levantó una polvareda de ceniza, revelando a un ser extraño y pequeño.
Nadya soltó un alarido.
El recién llegado era una especie de duendecillo que a lo mucho le alcanzaría las pantorrillas. Estaba completamente cubierto de pelo, tenía una espesa barba que arrastraba por el suelo y caminaba encorvado sobre sus gruesas piernas. Sus orejas eran puntiagudas y sus ojos, grandes y fluorescentes, como los de un felino. El hollín lo impregnaba de los pies a la cabeza, y llevaba consigo un atizador para el fuego a manera de bastón.
Atónita y paralizada, la joven lo vio toser y refunfuñar antes de que su mirada se clavara en ella.
—¡Vaya recibimiento! Se podía esperar más de una aristócrata. —Lo escuchó quejarse y recién entonces, pudo recuperar la voz en un sorprendido balbuceo.
—¿Qué… qué eres tú? —inquirió, perturbada.
—Yo, soy Pek —se presentó el aparecido, enderezándose con dignidad tanto como le era posible, debido a su escasa altura—. El domovói 1, el guardián de este venerable hogar. Ha pasado algo de tiempo desde la última vez que convivimos, entonces eras una niñita muy inquieta que corría todo el tiempo tras sus hermanos.
Nadya se frotó los ojos para asegurarse de que veía con claridad. A esas alturas, todo lo que estaba ocurriendo no le parecía más que una pesadilla.
—Yo… ¿te conozco?
—Ya veo que has olvidado, es el problema de los humanos cuando crecen. Aprenden temprano a preocuparse por las cosas insignificantes. Y entonces la magia deja de importar. —Pek salió de la chimenea, arrastrando la barba entre sus pies peludos—. Tú solías llamarme para que saliera a jugar, y me dejabas cuencos con leche y miel por las noches. Una vez incluso me obsequiaste tus botas nuevas.
—¿Qué? ¿Tanto tiempo llevas aquí?
—Mucho más del que puedas imaginarte. Nací en este palacio cuando tus ancestros lo construyeron, y vi cuando el primer zar se sentó en el trono. Con él hice un contrato. Mi tarea es velar siempre por la seguridad de cada familia que habite aquí —Pek se trenzó la barba con unos dedos ágiles y regordetes mientras hablaba—, normalmente nadie me ve, si lo hicieran se podrían llevar una tremenda impresión. ¡Justo como lo has hecho tú ahora! Vivo en un agujero tras el horno de la cocina, me encargo de vigilar el fuego y de mantenerla en orden. ¡Ah, Dios sabe que podría darme un respiro, si no fuera por esos torpes criados!
Nadya parpadeó, aún aferrando el paraguas entre sus manos. Uno de sus gatos se acercó a su inesperado huésped y lo olfateó, provocándole cosquillas. Luego, se restregó contra él con agrado, haciéndole caer en la alfombra en medio de risas y quejidos.
De pronto ella tuvo ganas de reír también.
—Así que, ¿eres un guardián del hogar?
—Por supuesto, ¡todos los hogares cuentan con uno! —Pek volvió a incorporarse con algo de esfuerzo, era muy rollizo—. Pero siempre trabajamos desde las sombras, no es conveniente salir a menos que la situación lo requiera; vosotros los humanos tendéis a abusar de la buena voluntad de uno. ¿Vas a ofrecerme un asiento o te vas a quedar ahí parada?
—¡Oh! —Nadya dejó caer la sombrilla y acudió hasta su escritorio, desde el cual arrastró una silla para que la criatura pudiera descansar.
Pek trepó al asiento con torpeza, dejando manchas de hollín a su paso. Desde el suelo, los gatitos de su anfitriona se quedaron mirándolo, llenos de curiosidad.
—Bien Nadya Yegorovna, no he venido aquí para recordar viejos tiempos. Esta vez sí que la has hecho en grande —le dijo, tras ponerse cómodo—, sentí el palacio temblar hasta sus cimientos a causa de ese ser errabundo. Y ahora está libre y ansioso por obtener venganza. No tienes idea del peligro que acabas de desatar.
—No era mi intención causar daño. —Se excusó ella—. Solo quería ocultarme de papá.
—¡Esto le ha costado al zar más que una rabieta tuya! ¡Su situación es muy grave! Si no remedias esto cuanto antes, lo más seguro es que él jamás vuelva a ver la luz del día. ¡Y la desgracia caerá sobre Voldova!
—¿Tú sabes cómo hacer que todo vuelva a la normalidad? ¿Y por qué ese…?, ¡ese viejo! ¿Por qué estaba encerrado en ese huevo del sótano? ¿Por qué nos hace esto?
—Tu padre no te mencionó una palabra acerca de Koschéi, ¿no es cierto? —Nadya parpadeó confundida—. Debes haber escuchado los relatos de él que se cuentan por allí.
—Yo creí que eso solo eran habladurías de la gente, cuentos que contaban para pasar el rato. Tú sabes, cosas de plebeyos.
—¡Cosas de plebeyos!, vaya ignorancia. ¡Deberías saber que toda leyenda tiene su parte de verdad, jovencita! —exclamó Pek—. Koschéi es un ser muy peligroso, no imaginas cuantos hombres han perecido en sus manos, a cuantas chicas inocentes ha robado para desposarse con ellas, las muy desdichadas. Marya Morevna ha sido la única mujer capaz de enfrentarse a él. El resto de la historia ya la conoces, se convirtió en zarina. Lamentablemente su esposo no corrió con tanta suerte, el muy incauto miró donde no debía y mira en lo que fue a terminar.
—¿Marya Morevna, dices? He visto su retrato en la Cámara de los Zares, Koschéi mencionó que le recordaba a ella. —Nadya miró con horror al pequeño domovói—. ¡Creí que iba a llevarme con él!
—Y lo habría hecho, de no ser porque eres una chica afortunada. Verás Nadya, Koschéi siempre ha tenido debilidad por las jovencitas, tiempo atrás eligió a Marya como su esposa. Pero Marya conocía la magia y logró encerrarlo en un sitio del que se suponía que jamás debía salir. Ese mismo sitio que tú acabas de profanar.
—No tenía idea de que ocurriría algo así, ni siquiera sabía que él se encontraba allí. Además, ese no es nuestro único problema. El Comandante Komarov se ha vuelto loco, ¡va a encerrar a papá para quedarse con su trono!
—Ya lo ha hecho, vi como era llevado a las mazmorras. Tu padre debió contártelo todo para impedir que esta desgracia ocurriera. Y también debió ser más gentil con sus súbditos. Ahora podría morir. —Pek dejó escapar un profundo suspiro—. Esta vez, su soberbia le ha jugado en contra.
—¡No! ¡Papá no puede morir!
—Le queda poco tiempo —dijo Pek—. Debes haber visto el sello protector en el sótano, bajo el cuerpo de aquel pobre ingenuo. Ese símbolo tiene un gran poder. La emperatriz lo utilizó para contener al Inmortal dentro del huevo. Por desgracia eso no iba a detenerlo para siempre. Koschéi no es un ser al que se pueda vencer con un ejército o usando un encantamiento, y no caerá en la misma trampa dos veces, no señor. Él jamás ha perdonado una traición y ahora no solo te desea como su nueva esposa, sino que está sediento de venganza. Las consecuencias de esta noche podrían ser desastrosas para nuestro pueblo. ¡Y para ti en especial! La única alternativa que tienes ahora, Nadya Yegorovna, es ir en busca de la vieja Baba Yagá 2 y averiguar la forma de detener al Sin Muerte, antes de que Voldova y tu padre sucumban a su poder.
—¡¿Baba Yagá?! ¡¿La bruja?!
—¡Desde luego! Si hay alguien en el mundo capaz de aconsejarte en estos momentos oscuros, es ella.
—¡¿Estás hablando en serio?!
—Más vale que te des prisa, el tiempo ha empezado a correr. No creo que quieras pasar el resto de tus días en el Inframundo, la tierra sombría no es un sitio agradable para los humanos.
—¡Pero nunca he viajado sola a ningún lugar!
—Antes estabas muy dispuesta a marcharte por tu propio pie.
—Creo que debía haberlo pensado mejor. Probablemente no lo habría conseguido, quiero decir, ni siquiera puedo salir sola al teatro. Anya siempre me acompaña.
—¡Eso no importa! —exclamó el domovói—. Si Koschéi regresa y vuelves a rechazarlo, el emperador morirá y la dinastía de los Romanov se perderá para siempre. Voldova se encaminará directo a su destrucción. ¡Tú misma no tendrás más opción que darle tu mano a Koschéi o quedarte a morir! Nadya Yegorovna, es preciso que te pongas en marcha desde este mismo momento.
—¡Pero no tengo la menor idea de que hacer, no sabría ni por dónde empezar…!
Pek elevó uno de sus pequeños brazos y le dio un tirón en el pelo que la hizo quejarse.
—¡Nada de pretextos antes de partir! Ser cobarde no te sacará de este apuro. Nadie en tu familia lo ha sido y tú tampoco lo serás. ¡Valor, zarevna! Hazlo por tu padre.
—¿Qué tan lejos hay que ir? —preguntó Nadya.
Toda la ilusión que la embargaba antes por salir de palacio, se desvanecía bajo el miedo y la incertidumbre. Cualquiera en su lugar habría sentido temor. Tú sabes tan bien como yo que ella no estaba lista para hacer ningún viaje. No sabía defenderse y su sentido de la orientación era pésimo.
Quizá aquella encomienda le habría estado mejor asignada a alguno de sus hermanos. Nadya no se consideraba valiente como ninguno de ellos.
No era fuerte como Ekaterina, que podía enfrentarse a un batallón de hombres sin temor a las represalias, ni intrépida como Iván, que soñaba con vivir la vida de un aventurero, cazando y explorando el bosque. Ni siquiera era inteligente como Irina, que a menudo contaba con una solución para cada problema.
—Hay que ir muy lejos, ya lo creo que sí. Pero si de verdad quieres reparar lo que ocasionaste, tendrás que partir deprisa y encomendarte a la suerte.
—¡Yo diría que necesito algo más que suerte!
—Podrías pedir ayuda a tus hermanos.
—¿Mis hermanos? ¿Por qué me ayudarían? Apuesto a que se molestarán muchísimo si se enteran de lo que hice, seguramente me reprenderán como tú.
—Tal vez, aun así harías bien en reunirte con ellos. La sangre que corre por vuestras venas puede ser más fuerte que cualquier tipo de magia, puede que incluso más que la de Koschéi —insistió el guardián.
—¿Por qué? ¿Qué tenemos de especial?
—¡No hay tiempo para preguntas! ¡Debes prepararte!
—Dios mío. —Nadya se pasó una mano por el pelo con angustia, al darse cuenta de lo arriesgada que era su misión—. No creo que pueda hallarlos a todos. Sé que Irina vive en un pueblo de la montaña, pero hace mucho tiempo que no tengo noticias de los demás. ¡¿Y qué tal si me pasa algo?! Papá dice que el mundo está lleno de peligros…
—Estoy seguro de que los encontrarás. Ya te dije que la sangre es un lazo muy fuerte, y créeme, el que vosotros compartís es excepcional.
—Oh sí, ¡seguramente ellos piensan lo mismo después de años de no vernos las caras!
—Ten un poco de fe, pequeña. Y ahora de pie, atiende. En cuanto estés fuera de palacio, tendrás que dirigirte hacia el bosque para rodear la ciudad. ¡Casi lo olvidaba! Te he traído la brújula del despacho de tu padre.
Pek le indicó que se acercara a la chimenea y rebuscara entre las cenizas. Las manos de la chica se toparon con un objeto redondo y grande, que mostraba una Rosa de los Vientos bajo un cristal enmarcado en oro.
—Baba Yagá viaja al este en esta época del año. Recuerda, ve en dirección al este. No lo olvides.
—¿Y cómo se supone que saldré de aquí? —Nadya se volvió preocupada hacia él—. Los guardias han echado llave a la puerta y el Comandante Komarov sigue con ellos. No confío en él.
—Haces bien, mientras menos extraños se involucren en esto será mejor. —Pek se puso de pie y saltó del asiento para ir hasta uno de los muros de su dormitorio—. Por suerte, un guardián del hogar conoce todos sus rincones a la perfección. Incluso los que no están a la vista.
El hombrecillo presionó una de las enormes losetas decoradas con oro en la pared y para sorpresa de Nadya, esta se deslizó revelando un oscuro pasadizo. De su garganta brotó una exclamación de mudo asombro.
—Nadya Yegorovna, ¡estás lista para partir!
Sin tiempo que perder, la muchacha volvió a coger su bolso y se colocó una boina para evitar llamar la atención. Era necesario que comenzara a proteger su identidad, pues con los revolucionarios armando revueltas por ahí y las fuerzas de Komarov al acecho, Voldova ya no era un sitio amigable para la realeza.
Guiándose por los pasitos del domovói, que en la penumbra del pasadizo se había convertido en una sombra escurridiza, Nadya recorrió un largo trecho en medio de escalones irregulares y paredes de piedra. Su desconocido trayecto la llevó de vuelta a la cocina, que para su fortuna contaba con la ausencia de los sirvientes.
Con el corazón en un puño, cruzó sola por el patio y se escabulló en los establos, en tanto Pek se encargaba de abrir la puerta exterior. Misha, su caballo pardo, relinchó de gusto al verla. Tuvo que acallarlo mientras lo ensillaba y se disponía a partir.
De vuelta entre las cenizas del fogón, Pek escuchó el sonido de los cascos de un corcel que se marchaba a toda velocidad. El viaje de la princesa había comenzado.
—Buena suerte, Nadya Yegorovna.
* * *
El alba estaba por despuntar cuando un miembro de la guardia apareció para inspeccionar las caballerizas. Vio que el caballo de Nadya no estaba en su respectiva cuadra y que las puertas de hierro se hallaban abiertas de par en par.
Inmediatamente fue a comunicárselo al Comandante Komarov, quien impasible como de costumbre, pidió a él y a otro soldado que le acompañaran hasta las habitaciones de la chica.
—¿Alteza? ¿Se encuentra bien? —Un silencio absoluto fue lo único que contestó al llamado de Dimitri, quien al no recibir contestación introdujo una llave en la cerradura.
Todo en el interior estaba casi en orden, a excepción de un paraguas tirado en el suelo y una silla colocada frente a la chimenea. Había manchas de hollín en esta última y en la alfombra, pero de la jovencita no se veía ni el pelo.
No hacía falta que sus subordinados revisaran de cabo a rabo el dormitorio para confirmar lo que ya suponía, la mocosa no estaba ahí. Empero, les dejó hacer lo suyo, lívido e invadido por una furia silenciosa.
Nadya se había escapado. La pregunta que se hacía, era como.
En la pared, una rendija diminuta llamó su atención. Dimitri avanzó hasta allí y metió un par de dedos enguantados para hacer el muro a un lado, igual que una puerta corrediza. No le impresionó demasiado descubrir el pasadizo, sabía que el palacio estaba repleto de ellos.
Pero no contaba con que ella también.
Se volvió hacia sus soldados, quienes ahora contemplaban el pasaje secreto con estupefacción. Su orden fue clara y sin lugar a réplicas:
—Traedla de vuelta. La quiero de regreso aquí. Viva.
La chiquilla no podía haber ido muy lejos.