9
EL AMO DEL BOSQUE
Pietro les había advertido lo peligroso que podía ser el bosque cuando uno se adentraba en sus rincones secretos; y no precisamente por las bestias salvajes. Nadya, quien al principio se mostraba temerosa, consiguió olvidarse de sus inquietudes gracias a la jubilosa charla de su hermano. Iván le contó varias de sus anécdotas mientras salía a cazar con los hombres de Zalesky o acompañaba a Kolia por madera.
Este último permanecía silencioso durante la mayor parte del tiempo. Las veces que abría la boca eran solo para dirigirle un comentario sarcástico a la princesa o hablarle con condescendencia de cosas que parecían obvias, y que ella no podía saber tras haber vivido toda su vida en un palacio lleno de comodidades.
Cada vez que le replicaba, la chiquilla le respondía con otro diálogo afilado o directamente lo mandaba callar, de modo irritado e infantil.
Creía que de un momento a otro su hermano intervendría para ponerse de su parte. Eso habría sido demasiado pedir. Iván estimaba mucho a su amigo y estaba demasiado contento por haberse reencontrado con ella, como para interceder por alguno de los dos.
Además, lejos de molestarle, estaba disfrutando de lo lindo con sus discusiones.
—En verdad Nadya, creo que le has causado una gran impresión a Kolia. No llevan ni un día de conocerse y mira cuanto has peleado con él —le dijo. A esa hora, el sol había salido por completo y ellos se encontraban al lado de un arroyo para que los caballos pudieran beber—. En la aldea solemos decir que dos personas que se enfrentan así se merecen la una a la otra, ¿lo sabías?
Las mejillas de la susodicha adoptaron un color carmesí.
—¡No digas tonterías! —exclamó ferozmente—. Que dicho tan absurdo… ¿y por qué iba yo a interesarme en un sujeto tan desagradable?
Kolia había desaparecido momentáneamente detrás de unos árboles, alegando que debía hacer sus necesidades.
—Por favor Nadya, no me dirás que no se te ha pasado por la cabeza. A tu edad, las chicas se vuelven locas por los muchachos.
—¡Pues no por él! Es un patán odioso y vulgar al que me muero por perder de vista. —La chica arrugó su naricita con presunción, cruzándose de brazos.
—Tú tampoco eres una compañía muy agradable, Alteza —Kolia regresó de entre los abedules, enarcando una ceja y barriéndola con los ojos, como si no fuese más que una cría insoportable—. Si no fuera porque mi padre me ordenó venir hasta acá, también me gustaría perderte de vista. ¡Dios sabe que es inútil discutir con ese hombre!, además, quiero ayudar a Iván. Así que no me queda más remedio que acostumbrarme a ti. Espero que tú hagas lo mismo y aprendas a seguir instrucciones en vez de estar quejándote, sería una pena que tu hermano tuviese que regresar a palacio contigo en pedazos. El bosque puede ser traidor.
Nadya arrugó el ceño y miró a su alrededor, insegura.
—No te preocupes Nadya, estoy seguro de que todo saldrá bien —le dijo Iván, tranquilizándola—. Te sentirás mejor en cuanto nos hayamos reunido con Irina, su pueblo no está muy lejos de aquí. Podemos pasar la noche en su casa y quizá acepte acompañarnos.
—¿Cómo crees que sea ella ahora, Iván? ¿Crees que se alegrará de vernos? —le preguntó Nadya, optando por ignorar las oscuras advertencias del aldeano.
—Si es tal como la recuerdo podría apostar que sí, solía comportarse como nuestra madre —respondió él, acariciando el lomo de Misha—. Cuando estaba en el internado, me enviaba algunas cartas y me contaba como era su casa. Parece que no sale mucho, todo lo que hace es leer y trabajar en sus cosas. No entiendo como una persona puede encerrarse tanto tiempo. Esa no es vida para nosotros, ¿no, Kolia?
—Desde luego que no, una persona que solo ha vivido entre cuatro paredes no suele servir de nada.
—¿Lo dices por mí? ¡Es el colmo que tenga que justificarme por la vida que he llevado! ¡No eres más que un envidioso! —replicó Nadya.
—Entonces no niegas que eres una inútil.
—¿Por qué? ¿Solo porque no salgo a cazar, ni sé como andar en el bosque o cortar leña? ¡Vivo en la ciudad! ¿Qué esperabas? Quisiera verte tratando de encajar en Ribenskov. ¡Apuesto a que ni siquiera sabes como usar una máquina de escribir o conducir un auto!
—¡Cómo si tú hicieras alguna de esas cosas! No eres más que una niña mimada a la que la consienten en todo —le espetó Kolia.
—¡Ni siquiera me conoces! ¡Para tu información llevo una vida muy ocupada!
—¿Haciendo qué?
—Ensayando —respondió ella, entrecerrando los ojos.
—¿El qué?
—Ballet. —Nadya se cruzó de brazos y alzó la cara con altanería—. Tomo lecciones en el Gran Teatro Ivanov, ahí solo bailan las mejores. Y ese es un teatro sumamente importante, claro que en tu vida has entrado en un lugar así.
—¿Y por qué lo haría? —repuso el muchacho burlándose—. Los teatros son aburridos, la gente solo va a ver a un montón de papanatas. ¿Y tú bailas? Gran cosa.
—¡Pues sí lo es! ¡No tienes idea de la disciplina y resistencia que demanda el ballet! Nosotras las bailarinas tenemos que soportar horas de entrenamiento para alcanzar la perfección y ser gráciles y delicadas. Y es duro y difícil, ¡y tú te echarías a llorar si intentaras soportar al menos una de mis clases! —Nadya adoptó una expresión soñadora, rememorando su debut en el escenario—. Interpretar con la danza es un arte, ¡por eso cuando bailamos lo hacemos con toda el alma! ¡Desgarramos una y otra vez nuestros músculos, y ensayamos hasta que nos sangran los pies!… Es algo muy bello.
Iván la miró asustado.
—Eso es lo más enfermo que he escuchado en mi vida —dijo Kolia.
—¿Qué vas a saber tú? —La jovencita lo miró, desdeñosa—. Yo me he esforzado cada día desde que era pequeña para llegar hasta donde estoy, al contrario de lo que te imaginas. ¡Así que no soy ninguna mimada! Algún día voy a ser prima ballerina en una compañía famosa y viajaré alrededor del mundo, ¡es más de a lo que tú puedes aspirar! ¿Qué tienes que decir a eso?
—Que es aún más estúpido y sí eres una mimada —dijo Kolia.
—¡Ugh! —La muchacha emitió un gruñido y le dio la espalda. Jamás había conocido a una persona que fuera tan irritante.
Iván se echó a reír.
—Diablos chicos, vosotros sí que sois un espectáculo —dijo—. ¿Qué tan lejos crees que se encuentre Baba Yagá, Kolia? ¿Crees que la encontremos antes de llegar al pueblo de mi hermana?
—Lo que sea que pase primero, mejor nos damos prisa.
—Masha dijo que nos íbamos a encontrar con alguien… —musitó Nadya dubitativamente.
—Masha es una demente, cuando hablas con ella, no debes creer ni la mitad de lo que dice —le largó el rubio—, no es más que una chiquilla fantasiosa. Igual que tú. Ahora vamos.
—¡Grosero!
Volvieron a montar sobre sus caballos y siguieron al aldeano a lo largo del riachuelo. En realidad, Kolia no estaba seguro de que su búsqueda fuese a dar resultados.
Estaba acostumbrado a viajar con su padre desde que era un niño, en verano y primavera acudían a Ribenskov y otras ciudades para comerciar y enterarse de las grandes noticias. Pietro se encargaba de tratar con las personas, dada la reserva de su hijo. A pesar de todo, a él no le molestaba recorrer esas largas distancias con tal de conocer otros lugares; una proeza extraordinaria para un joven oriundo de Zalesky. Su gente era sumamente supersticiosa y evitaba ir más allá del arroyo por miedo a los espíritus que habitaban en los árboles, los ríos y las montañas.
Hasta él, que se consideraba un tanto más escéptico que ellos, no podía evitar sentirse amenazado por las presencias desconocidas que ocultaba el bosque.
—¿Estáis seguros de que es por aquí? —preguntó Nadya después de un rato.
Kolia no habló. Acababan de dejar el río atrás.
—Kolia sabe lo que hace, Nadya. Ha viajado cientos de veces fuera de la aldea.
—Bueno, podría equivocarse.
—Imposible.
De pronto, desde algún punto incierto de la espesura, surgió un sonido que les heló la sangre. Era un silbido largo, hermoso y macabro a la vez. Cada criatura salvaje, cada elemento de la naturaleza, vivían en esa canción. Hasta los árboles se estremecieron.
Kolia se puso pálido, como si él mismo no pudiera creer lo que acababa de ocurrir. Nadya e Iván se miraron con inquietud.
—¿Qué fue eso? —murmuró el pelirrojo.
—¡Seguid! —exclamó el otro—. ¡Seguid de prisa! ¡Hay que salir de aquí!
No bien hubo pronunciado estas palabras, la tierra tembló y los caballos se encabritaron. Iván tuvo que aferrar las riendas para impedir que Misha los arrojara a su hermana y a él al suelo.
—¡Corred! ¡No os detengáis!
Nadya se asió a su hermano mientras se alejaban a todo galope. El sendero se estrechaba. A su alrededor, los árboles extendían sus ramas hacia ellos, arañándolos y tratando de detenerlos. Ella escuchó el crujir de su corteza y creyó ver rostros maléficos que les vigilaban, y manos monstruosas que ansiaban atraparlos.
Los dedos arrugados de un abedul sujetaron brevemente la falda de su sarafán. Sintió un corte en el tobillo y ahogó un grito, sujetándose a Iván con fuerza.
—¡Alto! ¡Por favor!
La rama de un roble torcido se abalanzó contra ellos, impidiéndoles el paso. Kolia levantó su hacha y la cortó de golpe. En ese instante, un rugido furioso los paralizó. Los caballos volvieron a relinchar y Nadya cayó al suelo, donde rodó hasta los pies del árbol. Escuchó a su hermano gritar su nombre y a medias se incorporó, adolorida.
Su corazón palpitaba con fuerza. Impelida por su intuición, miró a las alturas. Las ramas del roble se agitaron, revelando a un ente de gran tamaño.
Una cabeza grotesca y anciana se volvió hacia ella. Tenía orejas puntiagudas, una nariz aguileña, ojos pequeños y astutos, iguales a los de una lechuza. Dos cuernos largos y torcidos brotaban entre una maraña de pelo verde; tanto sus barbas como sus cabellos estaban repletos de hojas secas. El leshi 1 descendió con movimientos lentos y amenazantes. No poseía piernas, sino dos patas de cabra. Lucía como uno de esos sátiros que había visto en un libro de mitos griegos.
—He ido, he perdido, he encontrado, una muchacha impertinente perseguida por la niebla —habló, con voz cavernosa—, ¿quién eres?
Nadya tragó saliva. A dos metros de distancia, Kolia e Iván contemplaban a la aparición, horrorizados.
—Yo… yo…
—¡Habla! ¿No sabes qué es peligroso hacer enfadar al Amo del Bosque?
La princesa se irguió y se obligó a mirarle a los ojos. Era una criatura espantosa. Su abominable boca esbozó una sonrisa maligna que la hizo estremecer.
—Soy Nadya Romanova, hija del zar.
—Así que tú eres la prometida de Koschéi, el viento me susurró tu nombre, sabía que algo se estaba aproximando. Su magia te ha marcado de pies a cabeza, niña. Esas nubes que se extienden por el cielo te siguen a ti, ¡estás maldita!
Nadya soltó un respingo.
—Mala suerte, devochka 2. Me sorprende que sigas aquí y no estés en el submundo, como todas esas pobres infelices a las que se llevó antes. Pero si Koschéi está de vuelta y te ha dejado, ya volverá.
—No si puedo impedirlo. Con su ayuda.
El viejo liberó una risa burlona.
—¿Por qué habría de ayudarte, después de lo que has provocado? Con tu rechazo, desataste algo que es imposible de detener y eso ha afectado también a mis territorios. Además, no tengo más poder que el Sin Muerte y sus tratos con los humanos no son asunto mío.
—Tal vez suyos no, pero Baba Yagá querrá ayudarme. Si le doy algo a cambio.
—Humanos, nunca dejáis de sorprenderme. Sois tan estúpidos. ¡Entre esa bruja y Koschéi no hay mucha diferencia! Podría matarte.
—No tengo opción, ¡Koschéi nos ha maldecido!
—Siempre hay opciones, pero vosotros sois cobardes, os aferráis demasiado a las cosas, a las personas, a sus vidas pusilánimes. Cuanta necedad.
—No puede culparnos por ello, ¿acaso usted no haría lo posible por escapar de la ira de un ser como Koschéi? Al parecer también le teme —habló Iván de pronto.
La astuta mirada del leshi se dirigió a los muchachos, como si recién se percatara de su presencia.
—Entre nosotros, mal’chik 3, las cosas son distintas. ¡Dejad que el Sin Muerte se lleve a la niña y cualquier inconveniente que os haya causado, se desvanecerá en el viento!
—¡Oiga, usted no puede asegurar eso! —protestó Iván—. Además, es mi hermana pequeña, de ninguna manera permitiría que se la llevasen.
—Hermana, hermana —farfulló el anciano—. ¡A eso me refiero cuando digo que os aferráis demasiado a todo! Nunca podré comprender la terquedad de los seres humanos. ¡Largaos por dónde habéis venido!
—Por favor —suplicó Nadya, intentando incorporarse—, escúcheme. Sé que está enfadado pero debe haber una manera de detener a Koschéi, ¡por eso voy a ver a Baba Yagá! Necesito una rosa azul, sé que usted la tiene. Tal vez podamos darle algo por ella.
—¿Qué podríais ofrecerme vosotros que no obtenga ya de los humanos? —replicó el viejo con desdén—. Cada invierno traen ofrendas para mí. Me dejan vodka, pan y miel a cambio de que les permita cazar en mis tierras. Tu gente no es la excepción, Nikolái Sokolov. —El chico se mostró sorprendido al escuchar su nombre de los labios del leshi—. Oh sí, sé muy bien cual es tu nombre, como el de cada criatura que habita en mis dominios. Conozco bien a tu padre, igual que conocí a tu abuelo, y a tu bisabuelo y al resto de tus ancestros. ¿Cómo habríais sobrevivido sin mi generosidad? ¡No hay nada que yo os deba a vosotros!
—Dentro de poco no tendrá ninguna clase de ofrenda. La gente le olvidará cuando se vea atormentada por el hambre. Al final perecerá como todos nosotros.
—¿Te crees muy valiente al venir a retarme, Nikolái Pietrovich? Hablas demasiado para ser un pobre diablo con la conciencia intranquila. ¿Qué pensarían tus compañeros de ti si supieran la verdad? El bosque me ha contado cosas. Y un muchacho insolente como tú tiene bastante que ocultar, ¿no es así?
Los ojos del leshi se clavaron en los del rubio con malicia, ahondando en su interior, atisbando sus secretos. Kolia frunció el ceño y agitó la cabeza de lado a lado, inexplicablemente alterado. Apenas había sido capaz de sostenerle la mirada por un par de segundos.
—¡Cállate! ¡Criatura inmunda y despreciable, no sabes nada acerca de mí!
Acababa de recordar algo terrible, algo que hizo que sus mejillas se encendieran de vergüenza y que sus ojos, llenos de lágrimas contenidas, irradiaran una cólera silenciosa.
Iván lo miró estupefacto a la vez que el anciano se erguía amenazadoramente.
—¡Os mataré! ¡Haré que os extraviéis y vaguéis hasta morir de cansancio! —La tierra volvió a temblar—. ¡No voy a soportar insolencias en mi propia casa! Y a ti, Nikolái Pietrovich, te tengo reservado el más terrible de los castigos…
—¡NO! ¡Espere!
Desesperada, Nadya se quitó sus pendientes y se los ofreció. El oro y los diamantes relucieron delante de los ojos indiferentes del viejo.
—¿Le gustan? Puede tenerlos si quiere.
—¡No me sirven los tesoros humanos!
—¿Quiere miel? ¿Vodka? —sugirió Iván—. Traemos un poco.
—Estoy colmado de esas cosas.
—Debe haber algo que podamos hacer por usted —insistió Nadya.
El aludido les observó receloso. Sus peludas cejas se rozaron entre sí al arrugar el ceño, meditando su sugerencia.
—Eres la hija de un zar, ¿no es así? Para ti es fácil hacer y tomar lo que te apetece sin dar explicaciones a nadie. ¿Crees que eres mejor que los demás, solo por llevar sangre real en las venas? En mi mundo el linaje no tiene la menor importancia, para mí eres tan insignificante como cualquier otro ser humano. Y muchos de vosotros habéis olvidado. ¡Tu padre nunca se ha dignado a dejar una sola ofrenda para mí! ¡Ninguno de los zares de la dinastía Romanov lo ha hecho! —le espetó el leshi—. La única que tuvo tal consideración fue tu madre.
—¿Mi madre? —Nadya abrió los ojos con asombro.
—Sanya solía recorrer el bosque venerando a todas sus criaturas, fueran humanas o no. Primero, en el lejano país del oeste, y después aquí, tras convertirse en la nueva zarina. No era indiferente a nuestra presencia, a diferencia de su esposo y las personas que le rodeaban. Vino cargada de obsequios, poco antes de que tú nacieras. Era una mujer sensata y es solo por eso que voy a permitirte vivir. Quiero ver si realmente eres capaz de detener al Inmortal. Aun así, no creas que os dejaré marchar tan fácilmente.
El anciano levantó una mano arrugada. Una ardilla diminuta se asomó sobre uno de sus cuernos, curiosa, y luego volvió a ocultarse entre su melena, la cual era tan larga y espesa que arrastraba por el suelo, ocultando la desnudez de su cuerpo. Entre sus dedos ásperos surgió una flor que le fue extendida a la princesa.
«Dios mío, ¡Masha sí que tenía razón!», pensó ella al coger la rosa, evadiendo la sonrisa malvada del leshi. Sus pétalos, tan azules como un zafiro, emanaban una belleza formidable, «si esto no basta para complacer a esa infame de Baba Yagá, ¡qué me hierva completa y me haga sopa en su caldero!».
—Escúchame bien, Nadya Yegorovna, esto es lo que deseo y harás bien en no ignorarlo, si no quieres que me vuelva contra ti. Volverás al bosque y prepararás una gran ofrenda en mi honor, una ofrenda abundante y lujosa. No creas que me conformaré con menos de lo que esos aldeanos pueden darme; el invierno ha sido crudo, apenas y tienen para dar de comer a sus hijos. ¡Miserables! Nada de esto supondrá ningún problema para ti, si sales viva de la casa de Baba Yagá.
—¿Y si no?
—Si no, tu padre y tus súbditos sufrirán las consecuencias.
Nadya ahogó un suspiro, horrorizada. ¡No terminaba de salir de un problema, cuando ya se había metido en otro! Se preguntó como haría, con la maldición de Koschéi secando sus alimentos sin compasión y la gente exigiendo llenar sus estómagos cada vez con mayor ahínco.
—¡Pero…!
—Ya tienes que irte. Vete zarevna, y no olvides lo que espero de ti.
Iván se acerco a la chica y la ayudó a ponerse de pie, haciendo que le rodeara los hombros con un brazo. A punto estaban de alejarse, cuando la criatura la aferró por la muñeca. Nadya forcejeó asustada, en tanto su hermano la asía por la cintura y Kolia levantaba su hacha, dispuesto a atacar.
—¿A quién queremos engañar, Alteza? Lo más probable es que al final del día termines encerrada en la fortaleza de Koschéi, si es que Baba Yagá no te despedaza antes o te hierve viva en su chimenea. Es una verdadera lástima, incluso los humanos con talento sois nada. Pero debo admitir que tengo curiosidad, toda esta situación me resulta de lo más entretenida. Si acaso sales con vida de esto y logras romper tu compromiso, recuerda esto querida devochka, recuerda que el Amo del Bosque ha sido amable contigo.
Nadya gritó y por poco volvió a derrumbarse al ser soltada por el viejo, quien expulsó una macabra carcajada. Una de sus uñas afiladas le había arañado la piel. Le vio regresar al árbol e introducirse en un amplio agujero, riendo y silbando al descender a su madriguera.
No sería capaz de olvidar esa risa durante un largo tiempo.
—¿Te encuentras bien, Nadya? —preguntó su hermano.
—Sí.
— ¿Qué era esa criatura? ¿Qué es eso que te ha dado?
—El Amo del Bosque. Masha me lo advirtió.
Kolia entrecerró los ojos.
—Ayúdala a montar y vayámonos antes de que cometa alguna tontería. Cuanto antes nos marchemos de aquí, mejor. Este lugar no me gusta.
Nadya lo asesinó con la mirada, dejando que Iván la llevase. El rubio hizo como si no lo notara y regresó con su caballo, altanero.
—Discúlpalo, Nadya. Tendrás que ser paciente con él.
—No es tu culpa, Iván. —Ella observó la rosa y sonrío—. ¡Esto le gustará mucho a Baba Yagá!
—¿De verdad? —Iván la examinó de cerca—. Masha no me mencionó nada a mí. Pudo haberte advertido mejor sobre ese anciano lúgubre, ¿no crees?
Nadya se encogió de hombros.
—En fin, más nos vale salir de este bosque, hermanita.
—Ay Iván, esto es terrible, no paro de empeorar las cosas. ¿Viste cómo me ha mirado Kolia? ¡Me culpa de todo! Y lo peor es que creo que tiene razón.
—Kolia solo está asustado, normalmente no es tan bruto.
—A estas alturas, ya me estoy acostumbrando a su falta de modales, supongo que más no se le puede pedir —murmuró Nadya en tono sombrío—. Este será un largo viaje.
—¿Puedes montar? Esa caída fue muy fea. ¿Te duele? —Iván señaló el rasguño en su muñeca, que ahora era una línea de brillante color carmesí.
—¿Esto? He sufrido lesiones peores en el ballet, puedes estar seguro —respondió ella quitándole importancia—, no te preocupes por mí, hermano.
—Mejor lo lavamos, es una herida pequeña pero se puede infectar.
—Iván, ¿a qué crees que se refería ese ser cuando dijo que Kolia tenía cosas que ocultar? —Nadya arrugó el ceño, consternada—. ¿Tú sabes algo?
—No, la verdad es que yo también estoy sorprendido.
—¿Y eso no te preocupa? Piénsalo, después de todo, ¡solo has vivido un año con él! ¿No crees que esté ocultando algún secreto horrible? ¿Qué tal si cometió un crimen, o si traicionó a alguien en el pasado, o…?
—Para ya, Nadya, sé que vosotros no habéis comenzado con el pie derecho, pero Kolia es un buen muchacho, solo tienes que conocerlo. Sería incapaz de hacerle mal a nadie a propósito.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto, yo metería las manos al fuego por él.
—Pero quería matar a ese viejo, ¿lo notaste? Ya sé que es una criatura horrible, pero el solo hecho de pensar en él arrancándole la cabeza me pone la piel de gallina.
Iván rió y negó con la cabeza.
—Vámonos, intentaremos llegar donde Irina antes que se haga de noche. Esta vez irás delante.
Nadya se arrebujó en su capa, permitió que el pelirrojo la ayudara a subir al caballo y colocó la flor en su regazo. Se apoyó contra el pecho de Iván y reanudaron el viaje.
Desde allí, observando la silueta del indiferente carpintero de Zalesky, se percató de que el encuentro con el anciano leshi le había dejado un montón de preguntas en la cabeza. Preguntas que a causa del orgullo, probablemente nunca serían respondidas.