ASALTO

—Yo no haría eso si fuera tú, hijo.

El hombre levantó las manos lentamente al verse apuntado con el arma. Era un tipo de apariencia frágil e insignificante, bastante entrado en años.

—¡Cállate, anciano! ¡Saca todo el dinero de la caja!

—Preferiría que no me obligaras a hacerlo.

—¡Y yo preferiría que cerraras la boca y te movieras! ¡Hazlo!

—Disculpa, pero no puedo complacerte.

El viejo se desplomó cuando él oprimió el gatillo, disparando sin contemplaciones.

—¿Pero qué demonios…? —Atónito, el maleante miró como se levantaba del suelo, apenas un instante después. 

Aún mostraba un orificio sangrante en su frente.

—¿Qué eres?

El anciano levantó una de las comisuras de sus labios antes de abalanzarse sobre él, exhibiendo sus fauces inhumanas.