CEREZO

Lady Suzuki adoraba su jardín japonés. A menudo caminaba por el puente y se perdía largas horas contemplando el estanque. Para ella, aquel pedacito nipón en suelo inglés era un auténtico trozo de cielo.

—Las flores me recuerdan mi tierra natal. —Era lo que solía decirme, con sus ojos de ensueño—, cuidarás bien de él mientras esté de viaje, ¿verdad?

Le prometí que lo haría. Esa mañana me encontraba en el puente, cuando un intenso aroma a flores de cerezo me sorprendió. Era el perfume de Lady Suzuki. Alcé la mirada pero el jardín continuaba desierto.

—El barco en el que viajaba se ha hundido. —Me informaron esa misma tarde—. No hay supervivientes.

Sentí un nudo en la garganta. Comprendí que de alguna manera, la joven había vuelto a Londres para estar por última vez junto a mí, en el sitio que amaba.