DE VUELTA EN CASA

Este no es mi perro.

Apareció la semana pasada en el jardín; aún tenía su collar y esa marca inconfundible en la oreja derecha. Pero no es mi perro.

Algo ha cambiado en sus ojos. Su mirada inocente ahora está vacía.

Casi había perdido la esperanza de dar con él tras extraviarlo en el parque, después de dos largos meses de ausencia. 

Desde que volvió no ha dejado de comportarse raro. Primero fueron los animales muertos, pequeñas criaturas como pájaros y ardillas que devoraba con saña. Pero esta mañana, lo encontré mordisqueando algo distinto…

—¡Rex, no! —Lucho por arrebatarle ese extraño trozo de carne y palidezco. 

Es un dedo humano.

No sé donde estuvo metido todo este tiempo, ni que voy a hacer con él. Solo sé que este ya no es mi perro.