EL FARO
Anne O’Brien nunca ha dejado la casa del faro. Todos los días sube con el ocaso y enciende la luz, mientras su mirada se pierde en el horizonte.
—Todavía espera a su esposo. —Angus Byrne me contó su historia al llegar al pueblo—. Era un marinero que desapareció en altamar. Ya han pasado más de cincuenta años pero ella aún guarda la esperanza de tenerlo de vuelta.
Una noche de tormenta, Anne se arrojó desde el balcón del faro. Encontramos su cuerpo de madrugada, destrozado por las rocas.
Todos nos estremecimos al mirar su rostro.
Sonreía.
El viejo Angus no estaba sorprendido. Él me juró hasta el día de su muerte, que esa noche había escuchado la voz del marino muerto, llamando a su amada desde las aguas embravecidas.