—No deberíamos estar aquí, hijo.
—Solías traerme a pescar aquí cuando era pequeño, ¿recuerdas, papá? Antes de lo de los niños.
Mi padre suspira con tristeza.
—Sí, Víctor. Eran buenos tiempos. Pero deberíamos volver, esto no es bueno para ti.
—Sé que fuiste tú.
Papá palidece. Me mira con sorpresa y terror.
—Trajiste a esos chicos al lago para hacerles cosas horribles y después los ahogaste. Mi mejor amigo era uno de ellos.
Algo emerge de las aguas. Papá cae al suelo, lleno de terror. Grita y me suplica ayuda mientras decenas de manos heladas y húmedas se aferran a su cuerpo.
Esa tarde volví a casa. Solo.