FUNCIÓN DE MEDIANOCHE

—Señorita, ¿puede salir? Vamos a limpiar.

La muchacha se volvió hacia Diego, somnolienta. Era la única persona que quedaba en la sala de cine. El resto de los asistentes se habían marchado hace rato.

Ella lo miró en silencio. De pronto la nariz le empezó a sangrar. Acto seguido se derrumbó, presa de violentas convulsiones. Diego salió a buscar ayuda. Cuando regresó no había ni rastro de la desconocida.

Ernest no estaba sorprendido.

—No te preocupes por ella, es inofensiva. Murió aquí en los noventas, creo. Pero solo aparece de vez en cuando, y siempre después de la medianoche.

—¡¿Cómo dices?! —Diego lo miró con horror.

Su compañero se encogió de hombros, sin darle demasiada importancia.

—Le gustan los estrenos.