LA FOSA

—¿Este lugar te resulta conocido?

—Por favor…

—Fue aquí, ¿no es cierto? Aquí mataste a mi hija.

Robbins lloriqueó cobardemente, mientras le apuntaba con la escopeta. Siempre me pareció patético.

—Te juro que lo lamento… yo no…

—Ya es tarde. —Lo empujé hacia la fosa y cayó, liberando un grito de dolor. Nadie nos escucharía en aquel páramo del bosque. Miró hacia arriba.

—¡¿Vas a matarme?!

—Yo no.

Dos manos pequeñas emergieron de la tierra y lo aferraron por el tobillo para arrastrarlo hacia las profundidades de la madriguera. Me quedé escuchando sus gritos de horror hasta que se desvanecieron por completo, precedidos por el eco de una risa infantil.