—¿Hola? ¿John?
Una voz gutural le respondió al otro lado de la línea, murmurando algo que no pudo comprender. La mujer se aferró al teléfono, asustada.
—¿John? ¿Estás bien?
Colgaron. Inquieta, salió de casa y se dirigió a la de su sobrino, apenas a una calle de distancia. Él estaba aparcando el coche cuando llegó.
—Que bueno que te veo, te escuché muy raro al teléfono.
—Imposible. He estado fuera toda la mañana.
—Entonces, ¿quién me contestó?
El joven frunció el ceño y se apresuró a entrar en su hogar. La puerta continuaba perfectamente cerrada. Su tía lo siguió de cerca. Miraron en todas las habitaciones.
Pero la casa estaba vacía.