—Marcos, vámonos, por favor.
—¿A qué viene tanta prisa? Creí que querías conocer a mi madre.
—¿Por qué no me dijiste que ella…?
—No seas maleducada.
—Esto no me gusta, Marcos.
—No pasa nada, mamá, solo está un poco nerviosa. Es la emoción, ¿sabes? Yo también me moría de miedo la primera vez que conocí a sus padres.
—Para con eso, en serio. Quiero irme.
—Vale. —Marcos suspiró, fastidiado—. Lo siento, mamá, Luisa se siente un poco mal. Vendremos pronto a visitarte, lo prometo.
Bajo su mano, el puntero se movió lentamente por el tablero Ouija, deletreando una frase de despedida.
“Ha sido un placer. Dile que vuelva pronto”.