LAS PAREDES HABLAN
Éramos felices hasta que él entro en nuestra casa.
—¿Qué significa esto?
—No sé —respondí a mi esposo—. Acaba de aparecer, ayer esto no estaba aquí.
Acabábamos de mudarnos a nuestro nuevo hogar, una hermosa mansión restaurada de principios del siglo XIX, que nos fascinó desde el primer instante.
Pensaba que no tendríamos ningún problema al vivir aquí.
Sin embargo, las frases extrañas continuaron apareciendo. Macabras oraciones que aparecían sobre las paredes, marcadas con sangrientos trazos infantiles, y luego se iban sin dejar rastro.
Mi tolerancia llegó al límite, cuando leí la última de aquellas confesiones.
Él nos llevó al sótano y nunca volvimos a salir.
Esa misma tarde, mi marido emergió del sótano, pálido y estupefacto.
—Llama a la policía —me pidió—. Acabo de descubrir algo horrible.