LOS CUERVOS
—¿Qué miras allá fuera, Billy?
—Hay un cuervo mirando hacia acá.
—¿Qué?
El anciano fue con su nieto hasta la ventana. Posada sobre la verja que rodeaba la granja, el ave les observaba fijamente.
—No se ha movido de allí en un buen rato. Mira, allí hay otro.
Un segundo cuervo se posó cerca del primero. Luego llegó otro par. Y otro. Ninguno les quitaba la vista de encima.
—Esto no me gusta nada.
—¿Papá?
El anciano ignoró a su hija, abrió la puerta y se quedó anonadado. Un miedo instintivo se apoderó de él al encontrarse con lo que les acechaba en el exterior.
—Jesucristo…
Estaban en todas partes. Cientos de cuervos rodeaban la granja.