MADRE LAMORT

—No vayas al bosque —me advirtió la vieja—. No vayas o ella te encontrará.

—¿Quién?

—Madre Lamort. —Aquel nombre me hizo estremecer—. Ella habita los bosques y vigila nuestros pasos. Los lobos la temen. Tú no podrás verla, ni escucharla, pero si prestas atención podrás sentirla. Vive en la corteza muerta de los árboles y bajo el suelo maldito de nuestra tierra. Algunos la han buscado; tipos estúpidos con delirios de grandeza. Tipos como el desdichado Abel Boisseau.

Abel tenía dieciséis años cuando salió de casa con su escopeta. Tres días estuvo extraviado. Le hallaron muerto bajo una madriguera, convertido en un amasijo de huesos y carne desmembrada. Lo más extraño, era que sonreía.

La anciana me sonrió en la oscuridad, adivinando mis pensamientos.

—Ahora lo sabes, muchacho, no vayas más lejos de lo que está permitido, pues ella sabe tu nombre. Y antes de que te des cuenta, te arrancará el corazón.