VENGANZA

Todo lo que había en la habitación era un taburete, y sobre él, un televisor viejo y diminuto. Desconectado.

Por eso me sobresalté cuando se encendió. La estática inundó la pantalla antes de mostrar una imagen. Era el mismo cuarto en el que me encontraba, con sus paredes empapeladas a cuadros. Alguien estaba sentado sobre el taburete. Una máscara sonriente le cubría la cara.

Saludó con la mano y se quitó la máscara lentamente.

—Oh, por Dios… —Horrorizada, contemplé el rostro deforme del chico que meses atrás, solía ser mi hijastro.

Yo misma lo vi morir en el incendio. Debí saber que ni siquiera la muerte le impediría cobrar venganza. Me di la vuelta, temblando. Él estaba en la puerta. 

Y aunque llevaba la máscara puesta, sé que me estaba sonriendo.