EL LEGADO DE GLORIA MAYFAIR
—¿Qué vamos a hacer con todas estas cosas, Lily?
Nos encontrábamos en mi pequeño apartamento, delante de una caja llena de recuerdos y objetos heredados por parte de mi tía abuela. Lo único que mi hermana había conseguido rescatar de su mansión en Los Ángeles, antes de que la propiedad fuera subastada por el banco. Mi primo David había venido para ayudarme a clasificar las cosas… y también a fisgonear un poco.
No todos los días recibes basura gratis de una antigua estrella de Hollywood.
—Pensaba subastarlas en línea. Necesito el dinero —respondí mientras abría la caja y examinaba con interés el contenido: prendas pasadas de moda, pequeños recipientes de cristal y porcelana, libros, una pulsera de Lalique…
—El sueño de un coleccionista vintage.
—¿Qué es eso? —preguntó David, señalando un grueso volumen que yacía en el fondo de la caja.
Se trataba de un viejo álbum fotográfico, con gastadas tapas de cuero.
—Esto era el «scroll» de los años veinte. Antes necesitabas cien páginas para guardar lo que ahora cabe en un clic —dije socarronamente, abriéndolo de par en par—. ¡Vaya! Mira esto.
David frunció el ceño al mirar las fotos en blanco y negro sobre las páginas amarillentas.
—Así que esa es tu tía abuela, la famosa actriz de cine.
—Gloria Mayfair, en todo su esplendor.
—Esa misma. Se supone que su mansión estaba embrujada, ¿no?
—Claro, y también tenía un portal al infierno en el sótano. Entre eso y lo de las orgías con famosos, es un milagro que no haya una serie de Netflix sobre ella.
Era cierto que mi tía abuela había sido una figura enigmática; aunque hoy en día no gozara del mismo reconocimiento que otras actrices de la época.
—¿Crees que sea posible vender bien todo esto?
David se encogió de hombros, apenas apartando su mirada de las fotografías.
—Claro que sí. Los objetos de gente famosa siempre tienen mercado en línea, en especial los de las estrellas malditas de Hollywood. Yo examinaría detenidamente estas fotos. Si son inéditas puede que atraigan a algún coleccionista dispuesto a pagar una fortuna.
—Me encantaría que fuera así. Mi cuenta bancaria necesita con urgencia un trasplante de efectivo.
Él me sonrió, colocando una mano reconfortante sobre mi hombro.
—No te preocupes, Lily. Estoy seguro de que algo conseguirás. Ahora, ¿por dónde empezamos a clasificar esta mierda?
* * *
Las fotografías sí eran inéditas.
Apenas y conseguí creer mi suerte cuando, tras una extensa búsqueda por Google Imágenes, no me topé con ninguna coincidencia exacta. Ahora solo tenía que encontrar a algún fanático con dinero, interesado en las bellezas hollywoodenses de antaño.
Por segunda vez en el día miro el álbum con interés, familiarizándome con la textura desgastada de las páginas bajo mis dedos. La primera fotografía muestra a mi tía abuela Gloria con una sonrisa radiante, posando elegantemente en un jardín lleno de rosas en flor. Su vestido vaporoso y el sombrero adornado con flores son testimonio de la moda imperante en la época. Nada inusual hasta ahora, solo la imagen de una luminaria en su apogeo.
La siguiente imagen la muestra en un set de filmación, luciendo un traje lleno de abalorios en un espectáculo de ensueño, muy de cabaret.
En otra fotografía la veo junto a su perro, un elegante caniche blanco que parece tan altivo como ella. La escena desprende una cálida intimidad, casi cotidiana. Al pie de la foto, apenas visible tras el paso de los años, se distingue una fecha escrita a mano: 1923. Según sabía, en aquel año Gloria aún era una actriz emergente, buscando abrirse paso en el competitivo mundo de Hollywood.
Al pasar las páginas, la observo posando en distintas estancias de su mansión, la que por desgracia nunca llegue a conocer. Está en el jardín, rodeada de exuberantes rosales blancos. En la cocina, amasando galletas. Al final de una larga escalera de caracol y también en su dormitorio, medio desnuda sobre una cama con dosel. Su sonrisa es genuina, su mirada refleja una serenidad que contrasta con su rutilante estatus de diva del cine. Es como si en esas imágenes rutinarias, la verdadera Gloria se mostrara ante mí.
Pero incluso en ellas hay algo que me intriga. Quizá sea ese dejo de melancolía en su semblante, como si estuviera atrapada en una jaula dorada, anhelando algo más, algo que nunca podrá alcanzar. Es como si las sombras del pasado se filtraran incluso en los momentos más felices de su vida, recordándome que detrás de la fama y el glamour, siempre hay aspectos oscuros.
A medida que avanzo con el álbum, el tono de las imágenes cambia. En una foto, Gloria aparece rodeada de personas en una fiesta nocturna, aunque algo en la escena parece fuera de lugar. Las largas túnicas metálicas y máscaras surrealistas de animales que llevan los invitados crean una atmósfera inquietante, contrastando con la clásica elegancia de la mansión. La sonrisa de Gloria parece forzada, la expresión inquietante en sus oscuros ojos envía un escalofrío por mi columna vertebral.
¿Quiénes eran esas personas y qué estaban haciendo con mi tía abuela?
Mis dedos se deslizan hacia la siguiente página, revelando otra imagen desconcertante, donde Gloria está con el mismo grupo de personas. Aún portan las máscaras que ocultan sus rostros.
Siempre escuché que las fiestas del Hollywood de antaño eran extravagantes, pero esto, francamente, tiene un tinte perturbador.
«Supongo que eso aumentará su valor en línea», me dije, cerrando el álbum.
Aunque estas fotografías son un vistazo invaluable de la vida privada de Gloria Mayfair, también me han dejado con más preguntas que respuestas. ¿Qué secretos ocultaban esos momentos de felicidad aparente? ¿Y cómo se conectaban con ellos las extrañas imágenes de la fiesta de máscaras?
* * *
En mi sueño, me veo inmersa en la vida cotidiana de Hollywood de los años 20. Soy Gloria Mayfair, la mujer más bella de la época, amada por los reflectores y rodeada de cámaras parpadeantes. Camino por las calles, el bullicio de la actividad cinematográfica llena el aire con una energía electrizante. Las estrellas de cine desfilan en las aceras, seguidas por paparazzis que ansían capturar un destello de su glamour.
Entro en una cafetería elegante, las mesas están adornadas con manteles blancos y las sillas son de terciopelo rojo. El murmullo de una conversación animada llena el espacio, mezclado con el tintineo de las tazas de porcelana y el aroma tentador del café recién hecho. Me siento sola en una esquina, observando a la gente pasar tras la pared de cristales.
Incluso en medio de esta aparente normalidad, me abruma un sentimiento de inquietud del que no puedo desprenderme. Miradas furtivas y risas nerviosas siguen mis pasos, como si estuviera siendo observada por ojos invisibles. Los rostros de la multitud parecen distorsionarse y retorcerse, revelando la verdadera naturaleza de aquellos que me rodean… ¡Dios mío, no!
Ahora estoy en el centro de un set de filmación, el calor de las luces artificiales enciende mi piel. La sensación de malestar persiste, estoy cautiva en una jaula de oro, obligada a actuar un papel que nunca elegí.
De pronto, la escena vuelve a cambiar y me encuentro en una fiesta lujosa, rodeada de invitados elegantemente vestidos. La música de charleston se escucha desde todos los rincones y las risas flotan como burbujas de champán. Mientras observo a la gente que baila y ríe, me siento alienada. Puedo verlos a todos, e incluso a mí misma, desde fuera, a la distancia; soy una observadora solitaria en un mundo de engaños.
Cuando menos lo espero, estoy caminando por los opulentos pasillos de mi elegante mansión. Las sombras bailan a mi alrededor, susurrando una letanía de palabras incomprensibles que me ponen los pelos de punta. Una pesada puerta entreabierta me llama al final de un largo corredor.
Al cruzar el umbral me encuentro en una habitación suntuosa, adornada con cortinas de terciopelo rojo y centelleantes candelabros. Una multitud de figuras enmascaradas, vestidas con túnicas de plata, se reúne en torno a mí. Sus ojos brillan, ocultos detrás de rostros animales. Son ellos quienes susurran en aquella lengua que no he logrado comprender.
Mi perspectiva cambia y me descubro una vez más fuera de mi cuerpo (el de Gloria), convertida en espectadora impotente de una ilusión macabra. Las risas y la música retumban en mis oídos. No sé lo que es, pero algo va terriblemente mal…
Despierto con el corazón golpeando contra mi pecho, la pesadilla aún se confunde en mi mente con las imágenes del ayer. No debí dejarme sugestionar por esas últimas fotografías en el álbum.
* * *
Al principio, mi fascinación por las imágenes me consume por completo. Siempre me ha gustado contemplar a las celebridades en su intimidad —como a todos, supongo— pero saber que esta mujer de una época tan distante, forma parte de mi pasado familiar, hace que la experiencia sea mucho más excitante.
Sin embargo, cada vez que vuelvo a observar con detenimiento intuyo algo espeluznante en las fotografías de sus momentos cotidianos. Todo luce normal en apariencia, mientras mis ojos analizan los rincones oscuros de aquellos retazos de tiempo, buscando algo que no acierto a definir…
Entonces cuando lo veo. Una sombra sutil, apenas perceptible, parece acechar a la actriz en cada fotografía. Se desliza en los márgenes de la luz, siempre al borde de mi visión, como si esperara el instante adecuado para revelarse por completo.
¿Estuvo allí todo el tiempo, oculta a mis ojos? ¿O acaba de aparecer, emergiendo de del pasado para infiltrarse en mis pesadillas?
La sombra no tiene forma definida, pero su presencia es palpable. Se contorsiona cual serpiente, deslizándose entre los pliegues del tiempo y el espacio. Un escalofrío recorre mi espalda. Siento como si estuviera siendo observada, analizada, juzgada por algo que trasciende la realidad.
Pero lo que más me perturba son los cambios en la figura de Gloria. En las primeras fotos, su rostro refleja la típica elegancia de una estrella de la época. No obstante, conforme deslizo las páginas, la expresión parece alterarse sutilmente. Los contornos de su rostro se vuelven más afilados, sus ojos brillan con una intensidad desconcertante, parecen mirarme directamente desde el papel.
Es como si la esencia misma de la tía abuela estuviera cambiando ante mis ojos, transformándose en algo oscuro. Me pregunto si estas alteraciones son producto de mi mente o si realmente hay algo siniestro en juego.
¿Qué secretos oculta este álbum y cuál es su conexión con la presencia acechante que habita entre sus recuerdos?
Aunque me había propuesto evitarlo, vuelvo a las últimas fotografías, único testimonio de una celebración que no parece inofensiva del todo. La sombra también se encuentra allí, transfigurada en la silueta de un ídolo de piedra, alto y siniestro, que se confunde con el resto de la decoración Art Decó.
No puedo apartar la mirada, hipnotizada por el terror que me inspira esa figura ominosa. Sus contornos parecen fundirse con las sombras, difuminándose en la oscuridad como un espectro de pesadilla.
Cuando finalmente retiro la vista, mi corazón late con fuerza en mi pecho y mis manos tiemblan incontrolablemente.
Las noches se han vuelto cada vez más angustiantes desde que comencé a examinar el maldito álbum. Ahora, mis sueños están plagados de visiones perturbadoras que se entrelazan con la vida de Gloria. En ellos, me veo a mí misma vagando por los pasillos de la mansión Mayfair, envuelta en la opulencia de la época dorada de Hollywood.
Pero estos sueños no son tan solo recuerdos vívidos de la vida de mi tía abuela. También están llenos de imágenes surrealistas que no puedo explicar. Todos transcurren en la habitación secreta, la del ídolo de piedra, con sus cortinas de terciopelo y sus lámparas refulgentes. A mi alrededor, hombres y mujeres anónimos se reúnen en silencio, desnudos bajo sus túnicas.
Una figura encapuchada, más alta que las demás, se yergue en el centro de la habitación. Su presencia es abrumadora, parece irradiar una oscuridad que amenaza con devorarlo todo. Los cultistas se inclinan ante él en reverencia, y puedo sentir el poder terrible que emana de su persona.
En otro sueño, me encuentro en el set de una película, acorralada entre las luces brillantes y la actividad frenética de la filmación. Los actores parecen ajenos a sí mismos, imbuidos de una malevolencia invisible. La atmósfera está cargada de tensión, estoy al borde de un abismo sin retorno.
Estas pesadillas me persiguen incluso cuando estoy despierta y están empezando a consumir mi cordura. Debería desprenderme de ese jodido álbum fotográfico de una vez por todas, venderlo online al precio que sea, pero algo, la fuerza de un poder incierto, me impide deshacerme de él.
Jesús… ¿en qué clase de problema me he metido?
* * *
El Misterio Oscuro detrás de la Leyenda de la Perla de Hollywood
Por Evan Johnson
En la luminosa era dorada del cine, pocos nombres resonaron con tanta fuerza como el de Gloria Mayfair. Con su belleza deslumbrante y su talento excepcional, Mayfair conquistó los corazones de millones de cinéfilos en todo el mundo, convirtiéndose en un ícono del celuloide y en un símbolo de la edad de oro de Hollywood. Sin embargo, detrás de su exitosa y atractiva fachada, se ocultaba un enigma oscuro que aún desconcierta a los amantes del cine y a los buscadores de lo paranormal por igual.
La muerte prematura y violenta de la Perla del Celuloide —apelativo adjudicado por la prensa de la época— solo aumentó el misterio que la rodeaba, dejando tras de sí un legado de especulaciones que ha perdurado durante décadas. En 1928, Mayfair fue encontrada muerta en su mansión de Los Ángeles en circunstancias misteriosas y perturbadoras. El cuerpo presentaba contusiones en el rostro y múltiples heridas profundas, claramente infligidas por un arma afilada. El escenario del crimen —una puesta en escena macabra y desconcertante, sacada de las páginas de una novela de terror gótico— dejó a la policía y a la prensa sin respuestas claras.
Las autoridades manejaron diversas teorías, desde un robo que salió mal hasta un acto de venganza, sin lograr identificar al responsable. Estos detalles inquietantes no solo consolidaron la trágica muerte de la actriz como uno de los grandes misterios sin resolver de Hollywood, también despertaron la indignación de la audiencia y alimentaron una serie de rumores insidiosos. Los más extravagantes sugerían que Mayfair habría recurrido a las artes ocultas para alcanzar el estrellato en una industria tan despiadada como la del cine. Se decía que formaba parte de una secta local, un círculo exclusivo en el que supuestamente también estaban involucrados otros famosos de la época, cuyas identidades jamás fueron confirmadas.
Otros rumores sugieren que fue víctima de una conspiración diabólica, perpetrada por enemigos celosos que no soportaron su ascenso meteórico al estrellato. Se especula que aquellos que envidiaban su éxito se unieron para poner fin a su vida y silenciar su voz, con el fin de proteger sus propios intereses y mantener su posición en la jerarquía de Hollywood.
A pesar de los rumores y la tragedia que aún empañan su muerte, el legado de Gloria Mayfair ha trascendido su leyenda negra. Sus películas clásicas siguen cautivando a nuevas generaciones de espectadores. Su impacto en la cultura popular, desde su inconfundible estilo hasta su influencia en actrices contemporáneas, asegura que su nombre permanezca grabado como un símbolo eterno de misterio y glamour.
Mayfair no solo fue una estrella; fue, y sigue siendo, una figura inmortal del celuloide.
El artículo que abarca la pantalla de mi iPad, como tantos otros que he leído, es superficial y especulativo en cuanto a las perturbadoras circunstancias que llevaron a la tía abuela a su final.
Mis días se han convertido en una búsqueda interminable de respuestas. Me he topado con montones de blogs conspirativos y archivos en línea, tratando desesperadamente de descubrir la verdad. Pero por más que lo intente, sigo encontrándome con callejones sin salida.
Las biografías que encuentro; comenzando por su página en Wikipedia, ofrecen tan solo unos cuantos fragmentos de dicha verdad, distorsionada por el paso del tiempo y los rumores. La tragedia de su fallecimiento ha alimentado toda clase de leyendas urbanas durante décadas.
Algunos dicen que fue un asesinato, perpetrado por un amante celoso, un enemigo envidioso o una secta satanista. Otros sugieren que fue un suicidio —¡vaya tontería!— impulsado por la presión implacable de la fama y la fortuna. Pero la certeza sigue siendo elusiva.
Todos los archivos que leo están llenos de lagunas y contradicciones. Tengo la impresión de que estoy persiguiendo a un fantasma, en vano.
Los sueños no han hecho más que empeorar. Si no encuentro las respuestas que busco tendré que internarme en un psiquiátrico, o esta obsesión terminará por destruirme.
* * *
—¿Has estado durmiendo bien, cariño? Tienes un aspecto horrible.
—También me da gusto verte, papá.
Bien, sé que mi padre tiene razón en cuanto a mi aspecto pero no creo que sea necesario mencionarlo en voz alta. Entro en su estudio con desgana y me agachó para acariciar a Apolo, su viejo y amistoso labrador. Creo que incluso él luce mejor que yo en estos instantes.
—No estaba criticándote, en serio me preocupas —dijo él, conciliador—. ¿Y qué te trae por aquí? —preguntó, deslizando los anteojos hacia abajo por su nariz y frotándose los ojos con cansancio.
Respiro profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresarme.
—Tengo algo que mostrarte. Es sobre la tía abuela —respondí, sacando el álbum de fotos de mi bolso y colocándolo sobre su escritorio.
—¿Eso era de ella? Tu hermana me comentó que no había logrado sacar gran cosa de la mansión. Yo no me habría molestado en intentarlo, a decir verdad.
Mis dedos rozan la superficie áspera del álbum y lo abren con reticencia, revelando las imágenes en blanco y negro que habían consumido mis pensamientos durante días. Mi padre observó en silencio, su mirada se ensombreció al examinar las fotografías.
—¿Qué es esto? —inquirió.
—Son fotografías inéditas, el álbum estaba entre las cosas que Emily encontró en la mansión de Gloria. Hay algo extraño en estas fotos, ¿no crees? —pregunté, mientras mis ojos se cruzaban con los suyos en busca de alguna confirmación.
Sus cejas se fruncieron cuando se detuvo en las imágenes de la fiesta de máscaras.
—Sí, es un poco inquietante —admitió—. Aunque no tan extraño, considerando las extravagancias de la época. Créeme, de niño escuché historias que harían ruborizar a los jóvenes de hoy en día. Bueno, ¿qué pasa con este álbum?
Yo le señalé las imágenes que mostraban a Gloria en situaciones aparentemente normales. Sin embargo, no dio muestras de notar nada anómalo; solo mis ojos veían más allá de la superficie, detectando la oscuridad latente bajo el papel.
—Tu tía abuela era una mujer guapísima, ya lo creo.
—Papá, ¿estás al tanto de las cosas que se decían de ella? —le pregunté, expectante—. ¿Y de dónde podrían haber salido estas últimas fotos? ¿Lo sabes?
Mi padre desvió la mirada, sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el escritorio. Su postura, hasta entonces relajada, se tensó ligeramente, un destello de inquietud cruzó por su semblante. Se aclaró la garganta, lo hacía siempre que intentaba ganar tiempo para ordenar sus pensamientos.
—Bueno… ya sabes cómo eran las cosas en aquel entonces —respondió evasivamente—. Los rumores son solo eso, Lily. Rumores. Y en cuanto a las fotos, no tengo idea de dónde podrían haber salido.
—¿Estás seguro?
—¿A dónde quieres llegar con todo esto, cielo?
—Yo solo… es que quiero saber —insistí—. Creo que puedo vender estas fotos en línea, pero ya sabes, una buena historia siempre ayuda a despertar el interés de la gente. Y creo que puede haber una realmente buena detrás de esas imágenes, ¿no?
Papá respiró hondo, sabiendo que no lo dejaría en paz hasta lograr mi cometido.
—No sé si sea la persona indicada para contarte esto, Lily, sabes que nunca conocí a tu tía Gloria y mi abuelo prefería evitar el tema. Era una mujer complicada. Admirada por muchos, pero también envuelta en escándalos y controversias —explicó, al tiempo que se recostaba en su silla mecedora—. Hubo rumores sobre su participación en prácticas oscuras, como ya sabrás, aunque nada se probó. Supongo que lo más interesante que puedo decirte, es que hubo un hombre en su vida del que no se habla mucho: Robert Blackwood.
—¿Blackwood? Sí, creo que me topé con ese nombre un par de veces mientras investigaba, no parecía ser muy importante. ¿Quién era exactamente?
—Era un fotógrafo apasionado, talentoso, pero atormentado. Gloria y él tuvieron un romance. Un amorío que trajo consigo su propio conjunto de problemas —explicó mi padre—. Y luego todo terminó de manera trágica. Se dice que después de la muerte de Gloria, Robert cayó en una espiral descendente. No solo había perdido a su gran amor, sino que también era un potencial sospechoso. Probablemente le habrían echado el guante de no ser porque se quitó la vida en su estudio.
Un pesado silencio se apoderó de la habitación, siendo roto tan solo por el susurro de las hojas de papel cuando mi padre cerró el álbum de fotos.
—Fue un final triste para una historia que quizá nunca debió ser contada —murmuró—. A mi abuelo no le gustaba hablar de ello, los escándalos de Gloria eran una gran vergüenza para la familia. Pero eso ya es cosa del pasado. Y si yo fuera tú hija, ocuparía mi atención en cosas mejores.
Su consejo quedó abandonado en un rincón apartado de mi mente. Era inútil intentar apartarme del asunto que había desenterrado. ¿Qué secreto terrible se ocultaba tras la fama de Gloria Mayfair? Y más importante aún, ¿cómo podía dejar atrás un misterio que se empeñaba en seguirme, incluso mientras dormía?
* * *
Puede que estuviera volviéndome loca, pero ahora tenía la certeza de que esa presencia oscura de la fiesta de máscaras estaba siempre a mi lado. Había traspasado el umbral del sueño para contaminar hasta los aspectos más insignificantes de mi vida cotidiana.
¡Ya era suficiente! No podía permitir que unos absurdos rumores del pasado destruyeran mi presente. Si ese algo no me permitía desprenderme del álbum de mierda, tendría que recurrir a otra alternativa.
Así pues, me dirigí hacia la chimenea en la sala de estar. El fuego crepitaba suavemente, ansioso por consumir el objeto de mi obsesión.
Tomé el álbum entre mis manos trémulas, sintiendo su peso como una losa sobre mi conciencia. Cada página susurraba secretos que ya no quería escuchar. Lo arrojé a la hoguera. Me quedé muy quieta, contemplando con una mezcla de alivio y temor como las llamas lamían ávidamente su contenido, consumiendo los recuerdos de una vida desgraciada.
Pero incluso mientras las páginas se convertían en cenizas, no pude resistir la abrumadora inquietud que me abrazó desde lo más profundo de mi ser. Como si algo estuviera mal. Como si mi decisión de destruir el álbum no fuera suficiente para romper el vínculo que me había unido a la oscuridad.
El calor del fuego me sofocaba, algo seguía observándome.
¿Qué más debía hacer para liberarme de esta pesadilla? ¿Cómo podría escapar de las garras de un pasado que se negaba a ser olvidado?
* * *
Esa noche volví al mundo de sombras y reflectores. Volví a caminar por los sofisticados pasillos de la mansión Mayfair, cuyos rincones conocía a la perfección, pese a no haber puesto un pie nunca bajo su techo decadente. Mis zapatillas resonaban sobre el suelo de mármol, haciendo eco de la historia maldita que se tejía entre sus paredes.
Me vi a mí misma, como en un espejo distorsionado, avanzando hacia la gran sala secreta. Las puertas se abrieron con un crujido ominoso, revelando el lujoso interior, iluminado por una luz mortecina que parecía emanar de ninguna parte.
En el centro del salón, siempre rodeada por su séquito de adoradores enmascarados, estaba Gloria, con su eterna sonrisa en los labios y un brillo de locura en los ojos. Sus cabellos dorados se mecían con el viento fantasmal que soplaba a través de las ventanas rotas. Su figura, envuelta en seda escarlata, se erguía imponente y seductora.
—Ven, querida —me llamó—. Te estábamos esperando.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras los sectarios se volvían hacia mí, ocultos tras las caras de aquellos animales grotescos, hablando en susurros ininteligibles y emitiendo risas guturales.
A pesar de la sensación de peligro inminente que me embargaba, un impulso repentino me instaba a acercarme y unirme a ellos. La tentación de dejar atrás la realidad y sumergirme en el abismo de la locura era abrumadora, irresistible.
Pero en el último momento, justo cuando estaba a punto de dar el paso final, un grito rasgó el silencio de la noche, rompiendo el hechizo que me tenía atrapada. Me desperté con el corazón acelerado, empapada en sudor frío resbalaba y esforzándome por normalizar mi respiración.
La pesadilla había terminado, pero el miedo persistía, atrayéndome a sus brazos mientras me enfrentaba a la verdad oculta.
* * *
A medida que el sol se eleva sobre el horizonte, le devuelvo la mirada al amanecer desde el asiento delantero de mi auto. Ahora solo consigo adormecer mi angustia con alcohol. Cada sombra contiene una amenaza oculta, cada rincón esconde un peligro desconocido. Me hallo constantemente mirando por encima de mi hombro, temerosa de que ese algo esté acechándome por la espalda.
Pese a mis esfuerzos por mantenerme cuerda, las pesadillas no han cesado. Me paso noches enteras conduciendo sin rumbo, es mejor que quedarme dando vueltas en la cama, arriesgándome a cerrar los ojos. No he conseguido expulsar la presencia de Gloria de mis sueños. Ni su sonrisa deslumbrante, ni su mirada perturbada. Ni sus promesas de poder y grandeza.
Pero el tiempo avanza y la sensación de que algo siniestro se está acercando a mí solo se hace más fuerte. Hace tiempo llegue a la conclusión de que el culto al que estuvo vinculada la tía abuela sabe de mi existencia. Tal vez siempre lo han sabido y encontrar ese álbum no fue ninguna casualidad. Tal vez ahora están buscándome para continuar lo que ella había comenzado.
La pregunta es, ¿por cuánto tiempo estaré a salvo de ellos? ¿Qué haré cuando lleguen a dar conmigo?
Estas cuestiones son un eco constante en mi mente, alimentan mis temores y erosionan mi determinación. Lo peor es la oscura certeza que me habla desde el corazón, advirtiéndome que no puedo escapar al destino impuesto por los lazos de la sangre.
Eve Valdane ©