LA PÁGINA PROHIBIDA

Esa noche, algo irrumpió en la vida de Alex mientras jugaba, alterando por completo su rutina de adolescente. La pantalla de la computadora parpadeó, anunciando la llegada de un nuevo correo electrónico. Un mensaje sin asunto, de autor desconocido.

—¿Qué demonios? —musitó para sí mismo.

«¿Quién será el idiota que mandó este correo?», se preguntó, mientras dedos bailaban sobre el ratón. El remitente —anonimo123@mail.com—, no le daba pista alguna y desde luego que no figuraba en su lista de contactos. 

El cuerpo del mensaje era aún más escueto:

EL MANUSCRITO ORIGINAL DE LA NOVELA QUE ATERRORIZÓ AL MUNDO

Sobre aquel extraño epitafio, había tan solo un archivo .docx titulado «La habitación de Eleanor”.

«Sin duda alguien lo envió por error».

Al tratar de responder al correo, solo recibió un mensaje erróneo de vuelta. Este correo ya no existe, le informaba la pantalla. Parecía que el remitente se hubiera desvanecido en el éter cibernético.

—A la mierda entonces.

Alex volvió a examinar el contenido del correo, sintiendo una urgencia extraña, como si se encontrara delante de una puerta entreabierta que le invitaba a desentrañar un enigma inesperado. El antivirus no arrojó ningún resultado alarmante tras escanear el documento.

Sin más, se puso a leer.

*   *   *

Catherine Harrow alzó la mirada hacia la imponente escalera principal. Los ecos de sus pasos resonaban en la penumbra, una melodía lúgubre que despertaba el susurro de la madera gastada y la respiración rítmica de las paredes.. Mientras avanzaba, la mansión exhaló un suspiro sepulcral. Los ojos de sus primeros habitantes la observaban desde las grietas del tiempo. Ajena al mal que la aguardaba en el piso superior, Catherine se adentró en la oscuridad del vestíbulo, donde la realidad se desvanecía ante la trágica historia de la familia Fairfield…

Iluminado únicamente por la luz del ordenador, Alex se sumergió en el manuscrito. Las primeras líneas capturaron su atención, tejiendo una telaraña de intriga dentro de aquel cuento gótico, cautivador y enigmático.

La historia se centraba en Catherine Harrow, una joven restauradora reclutada para remodelar la ancestral mansión de los Fairfield, escenario de múltiples desgracias y eventos inexplicables. Entre los fragmentos de la novela surgían pasajes que evocaban escenarios de naturaleza tétrica, expectantes ante la llegada de la protagonista.

Mientras el ocaso caía sobre la mansión, Catherine experimentó una sensación inefable. Un susurro apenas audible se filtró en el aire viciado de la sala, rompiendo el silencio. La joven se detuvo sintiendo un escalofrío serpenteante que se deslizaba por su columna vertebral. Sus oídos captaron el eco insondable de su propio nombre, pronunciado por una voz desconocida. Envuelta en la penumbra, tuvo la impresión de que las piedras de la casona atesoraban secretos espantosos, y que aquel susurro provenía de algo más antiguo y profundo que las sombras proyectadas bajo la luz menguante del crepúsculo. ¿Qué clase de memoria yacía enterrada entre aquellas paredes, que ahora se despertaba al intuir su presencia?

Las palabras finales del primer capítulo aún resonaban en la cabeza de Alex cuando decidió irse a dormir. Y durmió, ignorando la sensación persistente de algo que se mantenía expectante, acechando en los rincones de su propia habitación.

*   *   *

Al principio, las primeras señales se manifestaron tímidamente, en forma de siluetas umbrías que se deslizaban por las esquinas de su visión periférica. Al cabo de dos o tres días, el fenómeno se había repetido con tal frecuencia, que era imposible atribuirlo a ninguna casualidad. Alex prefería relegar esos destellos fugaces a su imaginación nerviosa.

Sin embargo, conforme su lectura de la novela progresaba, las anomalías no hicieron más que empeorar. Objetos cotidianos comenzaron a moverse de manera inexplicable en su habitación, como si fueran manipuladas por una fuerza invisible. 

«Debo estar volviéndome loco», murmuraba para sí mismo, intentando restar importancia al extraño fenómeno.

Las sombras, antes discretas, adquirieron una presencia palpable, contorneándose en figuras espeluznantes que danzaban en las paredes. En más de una ocasión, a Alex le pareció escuchar algún susurro que flotaba en el aire, igual que el eco lejano de los diálogos oscuros que Catherine oía en la novela. 

«Es solo la tensión acumulada por la historia», se repetía, en un intento vano de relajarse. «Maldita la hora en que me puse a leer».

Nunca un libro lo había afectado tanto. Y ahora, los límites entre la ficción y la realidad se desvanecían sin explicación.

Sus sueños empezaron a fusionarse con los pasajes de la historia, entrelazando pesadillas con imágenes vívidas de la mansión y sus olvidados rincones. Alex se despertaba con el corazón galopando, como si las palabras de «La habitación de Eleanor» hubieran desatado algo más allá de sus páginas.

Al quinto día de su lectura, el muchacho se encontraba al borde de la ansiedad. Eliminó el manuscrito y vacío la papelera, estremeciéndose al descubrir que este continuaba entre sus otros documentos digitales, negándose a ser desechado. En ese instante, la temperatura en su habitación descendió; una brisa gélida le erizó la piel, pese a ser pleno verano.

Cautivo por una fuerza invisible, Alex continuó leyendo. No podía evitarlo. La novela se aferraba a su mente, resistiéndose a ser ignorada.

«¿Por qué no puedo parar?», se preguntaba él constantemente.

El efecto de las palabras del manuscrito se introducía profundamente en su vida, tejiendo una red sutil a su alrededor.

*   *   *

Las noches siguientes, el insomnio lo devoró como un espectro hambriento. Había adquirido la costumbre de quedarse leyendo hasta altas horas de la madrugada, consumido por una curiosidad febril. Cada página lo acercaba a las entrañas de un abismo sin retorno.

«Debo llegar al final. Necesito saber», se repetía, ansiando llegar al último capítulo con la esperanza de volver a ser como antes. 

Siempre terminaba durmiéndose antes de lograrlo, exhausto y sin consuelo.

Al cerrar los ojos, caminaba por pasillos interminables, explorando los recovecos de la mansión de Catherine. Sus pasos reverberaban como un eco de su propia desesperación, reflejando los demonios descritos en las páginas de la novela. A lo lejos, una puerta se destacaba entre las demás, la del dormitorio de la señorita Eleanor, el último de la casona. 

La misma puerta que Catherine tenía tanto miedo de abrir.

Cuando esta se abrió con un crujido ominoso, Alex se encontró de pie en el umbral, temblando ante la presencia de algo que habitaba en la penumbra. Permaneció de pie, incapaz de moverse, mientras la entidad de las tinieblas se aproximaba con una lentitud inexorable. 

«Va a matarme», pensó el muchacho en medio de su desesperación.

Despertó agitado y sudoroso. La forma incierta de aquella criatura maligna aún atormentaba su mente. Parecía que la barrera entre aquella historia macabra y su propia existencia se evaporaba sin remedio, permitiendo que el horror se filtrara en su realidad.

*   *   *

Foro Literario: NightReaders

Tema: «La habitación de Eleanor – Más allá de las páginas»

DarkReader42: ¡Saludos, Noctámbulos! ¿Alguien más ha leído «La habitación de Eleanor»? ¡Tengo demasiadas cosas que decir! 😱

MoonlitDreamer: Hola, @DarkReader42. ¡Sí, acabo de terminarla anoche! ¿Qué te pareció?

ShadowWhisperer: ¡Vaya, una discusión sobre «La habitación de Eleanor»! ¿Alguien más se sintió observado mientras leía? 🌚

DarkReader42: @MoonlitDreamer, ese libro es una espiral de horror. No puedo quitármelo de la cabeza. Escuché que la versión original es aún más escalofriante. 😨

MindBender: Lo mismo aquí, @ShadowWhisperer. No sé si sea cosa mía pero mientras lees, te da un mal rollo. @DarkReader42, ¿a que te refieres con la versión original? ¿Hay otra versión distinta?

GhostWatcher: Leí «La habitación de Eleanor» hace un tiempo, y no pude dormir en semanas. ¿A alguien más le ha pasado lo mismo?

DarkReader42: @MindBender, el libro se publicó en los 70’s si mal no recuerdo. Papá me contó que en su momento, habían omitido la última página del epílogo por considerar su contenido demasiado fuerte. No he sabido que se vuelva a incluir en ninguna edición desde entonces.

MoonlitDreamer: @GhostWatcher, no estoy segura si es solo sugestión, pero a mí el libro me dio pesadillas. Es curioso, porque también me parecía ver cosas mientras leía, tipo una sombra o algo que solo percibes por el rabillo del ojo. Tuve que parar un momento para no volverme loca.

DarkReader42: ¡Al menos no estoy solo! Mi habitación parece tener vida propia después de esa novela. 😰

ShadowWhisperer: @MoonlitDreamer, @DarkReader42, @GhostWatcher, se están uniendo al club de los sugestionados. 🕵️‍♂️ ¿Alguien ha investigado más sobre el autor?

MindBender: Yo lo hice, @ShadowWhisperer. El tipo murió poco después de publicar «La habitación de Eleanor». ¿Coincidencia? 🤔

GhostWatcher: Eso me suena más a maldición que a coincidencia. ¡Increíble! 😱

MoonlitDreamer: Encontré algunas reseñas y comentarios de lectores en librerías online, ninguna menciona nada fuera de lo común. ¿Alguien sabe más?

DarkReader42: Aún no, pero sigo investigando. ¿Será que el libro está maldito? 📚👻

MindBender: Esto da para una buena peli de terror.

La conversación en el foro no era demasiado esclarecedora. Para gran decepción de Alex, uno de los moderadores había cerrado el hilo, interrumpiendo las experiencias y teorías que cada usuario aportaba sobre «La habitación de Eleanor». “Este es un espacio dedicado a reseñar y compartir opiniones objetivas sobre libros, no toleraremos rumores sin fundamento”, esa había sido su excusa de mierda.

Hasta el momento, su investigación sobre la novela no estaba dando grandes frutos. Su obsesión lo había llevado a indagar por Internet, en busca de pistas que arrojaran luz sobre la oscura trama que estaba acabando con su cordura.

Algunas reseñas en las librerías online parecían un reflejo distante de lo que estaba viviendo. «Una experiencia que va más allá de la simple lectura», escribía un lector anónimo. «Las sombras de la mansión Fairfield persisten incluso después de cerrar el libro», señalaba otro. Sus inquietantes afirmaciones se perdían entre decenas de comentarios convencionales, dejados por lectores incapaces de intuir el aura lúgubre que emanaba de la historia.

La página de Wikipedia del autor, aunque breve, aportó un dato que le puso los pelos de punta: su muerte por causas desconocidas tras publicar su magnum opus.

Jonathan Blackwood (1945-1972) fue un renombrado escritor de novelas de horror y misterio, reconocido por su maestría en la creación de atmósferas oscuras y tramas intrincadas. Nacido el 13 de diciembre de 1945 en una pequeña ciudad del noreste de Estados Unidos, Blackwood mostró desde temprana edad una fascinación por las historias que exploraban los límites de lo desconocido.

Su carrera literaria despegó en la década de 1960. El éxito comercial de sus primeras obras —“El pacto carmesí”, “Casa de sangre y ceniza”, “La bestia de Ashbourne” — lo catapultó a la fama internacional. Sin embargo, fue en 1970 cuando publicó el libro que lo consolidaría como un icono del horror literario: «La habitación de Eleanor».

El éxito de Blackwood se vio empañado por su muerte prematura en 1972, poco después de la publicación de su obra maestra. Las circunstancias de su fallecimiento —oficialmente un fallo cardíaco—, aún son motivo de especulación, ensombreciendo a la fecha su legado literario.

Aunque aclamada por la crítica, «La habitación de Eleanor» fue objeto de controversia debido a su escabroso contenido, narrativa perturbadora y descripciones explícitas, que habrían llevado a los editores a omitir la página final del epílogo. Esta omisión alimentó la leyenda negra en torno al libro, a día de hoy, uno de los más famosos en su género.

La influencia de Jonathan Blackwood persiste en la literatura contemporánea, inspirando a escritores de la talla de…

[…]

*   *   *

«Debo saber… debo descubrir como termina… »

Alex reanudó la lectura del libro, pese al instinto visceral que le advertía sobre la maldad acechante entre sus últimas páginas.

Ya estaba en el último capítulo. Faltaba muy poco para concluir.

A medida que avanzaba, su pulso se aceleró, un sudor frío perlaba su frente. La conexión entre la novela y su propia realidad se volvía más tangible con cada palabra, como si las sombras de la mansión Fairfield se hubieran trasladado a su habitación.

Cuando llegó al desenlace prohibido, un mareo lo embargó. Sus ojos, fijos en las letras digitales, se recrearon en el horror de la oscura revelación final. Agotado y tembloroso, se alejó de la computadora, consciente de haber cruzado un umbral definitivo. No había más que ese final sin esperanza y el susurro de la entidad oculta en el dormitorio de Eleanor, hablándole al oído.

«¿Qué… qué he hecho?», se preguntó, turbado por las palabras que reverberaban en su conciencia. 

La puerta del armario se hallaba entreabierta. Había algo en el interior, algo indescriptible —pero también familiar, vaya si lo sabía—, que aguardaba por él.

Alex avanzó como un autómata. 

La puerta se abrió con un chirrido, su penumbra interior se derramó entre las paredes del dormitorio, engullendo la silueta vacilante del chico…

Al rato, su madre subió la escalera y tocó a la puerta, visiblemente enfadada. 

—¿Es qué no me has escuchado, Alex? Es hora de cenar. ¿Qué tanto haces ahí dentro?

Nadie respondió, ni acudió a abrir. Impaciente, la mujer aferró el picaporte y entró sin permiso. Una vez adentro se quedó sin habla.

Entonces gritó.

*   *   *

JOVEN ESTUDIANTE ES ENCONTRADO MUERTO EN SU HABITACIÓN: Se desconocen las causas de su fallecimiento…

«¡Qué horror!», pensó Emma, tras leer el titular en el portal web de noticias.

Alex Hayes residía en la ciudad vecina y había sido encontrado sin vida, con el cuerpo rígido y los cabellos blancos. Su corazón se había detenido repentinamente, pese a que no tenía ningún antecedente cardíaco.

—Aquí hay un caso que vale la pena investigar a fondo —se dijo, anotándolo en la libreta de temas para su canal con temática de misterios. 

La pantalla de su teléfono se iluminó, anunciando la llegada de un nuevo correo electrónico.  No conocía al remitente, —anonimo244@mail.com—, pero el contenido parecía prometedor. Se trataba un archivo .docx con el título ominoso de «La habitación de Eleanor». 

SUMÉRGETE EN LAS PÁGINAS DEL MANUSCRITO ORIGINAL DE LA NOVELA QUE HA ATERRORIZADO A MILES DE LECTORES, rezaba el mensaje adjunto.

—¡Genial! —exclamó ella, sin molestarse en analizar el documento antes de descargarlo.

Amaba las historias de horror. Sin más, abrió el libro en su teléfono y empezó a leer.

Catherine Harrow alzó la mirada hacia la imponente escalera principal. Los ecos de sus pasos resonaban en la penumbra, una melodía lúgubre que despertaba el susurro de la madera gastada y la respiración rítmica de las paredes…

Eve Valdane ©