ALGO RARO

—Es muy raro, papá.

—¿Qué cosa, cielo?

Observo a mi hija por el rabillo del ojo, sin cesar en mis tareas de jardinería. Lleva varios minutos de pie, en silencio. No está mirándome a mí. Más bien parece vigilar algo a mis espaldas.

Echo un vistazo por encima del hombro, comprobando que no hay nada.

—Es muy raro —repite—. Cuando no estás mirando, tu sombra se mueve distinto a ti. Y hace unas cosas muy extrañas.

Confundido, vuelvo a mirar atrás. Mi sombra se proyecta sobre el pavimento, larga  y bien definida. Esta inmóvil, por supuesto.

Pero por alguna razón, eso no me tranquiliza.