BICICLETA
—No me llevaría esa bici si fuera tú, hijo. —Tom, el viejo que vivía frente al terreno baldío, sonrío al muchacho—. Sé que se ve como nueva, pero Billy Fox estaba pálido cuando volvió a dejarla. Es el tercero que la devuelve.
—Billy es un marica.
El chico se alejo pedaleando con orgullo. Jamás había tenido tanta suerte.
O eso fue lo que creyó, hasta que la calle se volvió más oscura y estrecha. Las casas a su alrededor parecían a punto de derrumbarse, rostros deformes y maliciosos lo observaban desde las ventanas. El chico gritó y dejó de pedalear, estrellándose con violencia en el suelo. Cuando se recuperó, vio que todo había vuelto a la normalidad.
Debía haberlo imaginado… ¿o no?
Tres días después, la bicicleta volvía a estar aparcada junto a la puerta del señor Tom.