ENCRUCIJADA

—¿Dick?

Los ojos asustados de mi esposa me miran desde la pared opuesta del sótano. No tengo idea de como terminamos aquí. Ambos estamos encadenados por los tobillos.

—Dick, ¿qué está pasando? ¿Qué hacemos aquí?

—No lo sé.

Intento soltarme, en vano. Lo único que tengo a la mano es un cuchillo. Ella también tiene uno.

Gritamos por ayuda, desesperados. Entonces escuchamos la voz.

—¿Quién de vosotros tiene más derecho a vivir? ¿Y quién terminará con el otro? La elección es vuestra. Pero hacedlo pronto, vuestros hijos están esperando.

Vuelvo a mirarme en los desesperados ojos de mi mujer y comprendo que no hay alternativa.

Tarde o temprano, solo uno saldrá vivo de aquí.