LA EXTRAÑA
Esa siniestra mujer ha estado mirando mi casa casi por media hora, no se ha movido. No sé quien es, ni que es lo que quiere, pero está acabando con mis nervios.
Quiero decir, es casi medianoche, ¿quién se queda en la calle a esta hora?
La miró a través de la ventana, advirtiéndole sin palabras que será mejor que se largue. Debe ser una vagabunda. Su cabello, largo y desaliñado, le llega casi hasta la cintura. No veo sus ojos, ocultos bajo la capucha y aquella maraña de pelo.
Lo que sí puedo ver es su sonrisa. Sabe que la estoy observando.
Será mejor que venga la policía.
Mientras me preparo para llamar, la calle se ilumina de repente. Un coche se aproxima a toda velocidad hacia ella.
—¡No! ¡Cuidado!
El vehículo la atraviesa limpiamente. Ella sigue de pie, sonriendo.
Suelto el teléfono…