SIRI

—Siri, ¿puedo hablar con el diablo?

Entre todas las preguntas estúpidas con las que suelo jugar en mi iPhone, aquella era la más absurda. Pero estaba aburrido y no creí que fuera a contestarme algo extraordinario.

Siri se quedó un instante en silencio. Luego pronunció una respuesta que me dio escalofríos.

—Aquí estoy.

¿Qué clase de respuesta es esa? Apagué mi teléfono y me fui a dormir.

Son las tres de la mañana cuando una risa me despierta. Miro hacia mi iPhone. Está encendido. Riendo.

Siento un nudo en el estómago al mirar la pantalla principal. Hay una foto de mí durmiendo. Me estremezco.

Nunca debí hacer esa pregunta.