TOCADISCOS

—¿Puedes creer que alguien haya arrojado esto a la basura? —Mi esposo no podía estar más contento de haber encontrado aquel extraño tocadiscos.

—Si lo tiraron es por algo, seguro está defectuoso.

—¿Qué dices? Está como nuevo. —Le vi rebuscar entre los vinilos que guardaba como un tesoro, heredados de la colección personal de su padre—. ¡Ahora sí escucharemos rock n’roll como se debe!

El sonido distorsionado de la canción inundó nuestra sala de estar. La voz de Elvis Presley no parecía ser la misma, sino la de un tétrico imitador que arrastraba las palabras y emitía un lamento gutural en cada estrofa, provocándonos escalofríos. 

Ambos nos miramos extrañados.

—No puede ser, seguro el vinilo está estropeado. Pásame otro. 

No era el disco lo que estaba descompuesto. Ninguno lo estaba.

Esa misma tarde, el tocadiscos volvió a la basura.