UN JARDÍN MALÉFICO

Gigi adoraba la época de recolección. Su parcela no era muy grande, pero sin duda era la más fértil y bonita en varios kilómetros a la redonda. Y las perfumerías pagaban muy bien por sus preciosas flores. Sería un buen año para ella.

Unas risas a su alrededor la sobresaltaron.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó, mirando a su alrededor.

Estaba sola.

Un aroma intenso invadió sus fosas nasales; de pronto se sentía mareada. Se derrumbó, debilitada por aquel olor repentino.

«Debo estar soñando», pensó, al vislumbrar el marco de una puerta a lo lejos. 

Gigi se arrastró hacia él, tratando de pedir ayuda. El polen la asfixiaba. Su cuerpo se deslizó debajo del misterioso umbral… y luego desapareció.

Al día siguiente, un grupo de personas acudió en su búsqueda. Recorrieron el campo, sin encontrar el menor rastro de la joven.

Las flores estaban preciosas, más vivas y fragantes que nunca.