VIUDA

—Voy a dejarte.

—¿De qué estás hablando?

Cojo mis maletas y las colocó bajo el umbral, lista para marcharme. Esta vez no vas a detenerme.

—Cariño, por favor, podemos arreglarlo…

—No, Armand, no hay solución.

—¡Pero te amo!

—Yo también te amo, pero no puedo seguir con esto. Todo me recuerda demasiado a ti, nada ha sido más fácil desde tu muerte. Tenemos que dejarnos marchar.

El rostro espectral de su marido se desvaneció lentamente, resignándose a su partida.

—Ha sido un sueño maravilloso, pero es hora de que despierte. Tú ya no estás aquí.