AIRE LETAL

—¿A dónde vamos? —Siempre la misma pregunta. 

—Aún no lo sé —Siempre la misma respuesta.

Abandonamos la granja temprano. Sus propietarios yacían en la habitación principal, inmóviles y con los ojos muy abiertos. Muertos, igual que las miles de personas alrededor del mundo, intoxicadas por hacer algo tan simple como respirar. Los científicos aún no lograban erradicar las esporas que estaban envenenando el aire.

Tomamos las provisiones que pudimos y nos colocamos las máscaras, antes de abordar el auto.

Miré por la ventana. El fulgor del sol inundaba el campo, ofreciéndonos una vista maravillosa. Había tanto silencio, tanta paz.

Parecía que por primera vez en mucho tiempo, la tierra se sentía dichosa.