AMOR

—En este sendero fue donde nos encontramos por primera vez, ¿lo recuerdas, cariño?

Le respondo con un asentimiento. Ella descansa su cabeza en mi hombro, sus manos frías me hacen estremecer.

—Dime que me quieres, Louis.

—Por favor… para.

Madeleine se vuelve hacía mí y sonríe, con la misma adoración que me profesaba cuando solíamos pasear por el viejo camino que conducía a la villa. Aquí mismo la besé incontables veces, la tomé de la mano, le pedí que fuera mi esposa. 

Y aquí mismo la enterré, luego de que su amor enfermizo me llevara al límite.

—Yo te quiero, Louis. Siempre lo haré.

Para mi desgracia, ni siquiera la muerte podría aniquilar ese amor.