APLAUSOS

Absorto en la melodía que brotaba de sus manos, el pianista entonó los últimos acordes de su canción. 

Los aplausos retumbaron delante del escenario.

Lejos de sentirse satisfecho por la ovación, una ola de frío terror lo paralizó de pies a cabeza. Temblando, alzó la mirada. Sus ojos recorrieron cada rincón del teatro vacío, fijándose en las butacas sin ocupar, en los palcos vacíos.

—¡¿Hay alguien ahí?! —preguntó a voz en cuello, asustado, sabiendo que no iba a obtener respuesta.

No cabía duda de que estaba solo.

O al menos eso parecía.