AUTO

—¿Rick? Dios mío, Rick, está aquí, lo veo afuera, en el jardín. No sé como, pero me encontró, tengo miedo…

—¡No salgas de casa! ¡Voy para allá!

—¡No, Rick! ¡No vengas! ¡Te matará…!

Antes de que pudiera advertirle nada, la llamada se cortó. La mujer se abrazó a sí misma, temerosa. Entonces miró por la ventana.

El auto continuaba ahí, con los faros encendidos. Era un Chevrolet Corvair del 65, pintado de amarillo. Una magnífica pieza de colección. 

El asiento del conductor estaba vacío.

Mientras los faros parpadeaban amenazadoramente y el sonido del claxon le taladraba los oídos, ella se maldijo una vez más por haber ido hasta ese lote de vehículos de segunda mano. 

Nunca debió haber comprado ese coche.