—¿Siguen ahí?
—Están por todas partes. Estoy seguro de que nos observan.
—¡Qué no se acerquen! ¡Qué no se acerquen!
—Shhh…
Se suponía que esta fuera una gran aventura entre amigos. Cinco personas acampando juntas en medio del bosque, contando historias frente a la fogata, pasándola bien.
Eso hacíamos hasta que llegaron esos seres. Altos y completamente pálidos, dispuestos alrededor del campamento como siniestros vigías. No llevan nada encima.
Parecen humanos pero es obvio que no lo son. Los humanos tienen rostro.
—¿Qué hacemos?
—Esperar hasta el amanecer.
Pido a Dios que para entonces se hayan ido.