CERRADO

—Una vez más —suplicó, su voz llena de angustia. 

Todas las noches era lo mismo. Revisaba y volvía a revisar meticulosamente las cerraduras de puertas y ventanas, mientras su paranoia lo consumía. Creí que podía ayudarlo, pero se me están acabando las opciones.

Mi propia paz mental comienza a tambalearse.

—¡No! ¡Tú no entiendes! No puedo dormir hasta estar seguro de que no pueden entrar.

—¿Quienes?

—Tengo que asegurarme —murmuró, tembloroso.

No importa cuantas veces repita el ritual, los pensamientos intrusivos continuarán acosándolo. Hay algo en su cabeza, un tormento implacable que se burla de sus intentos de control.

Esa noche, yo misma tuve el impulso de cerciorarme de que mi ventana estuviese perfectamente cerrada. Sin embargo, no pude conciliar el sueño.