CONVERSACIÓN

—Ahora no. Todos están durmiendo.

Un helado escalofrío recorrió la espalda de la mujer al escuchar aquella voz gutural. Alguien estaba en su casa.

—Algo malo se acerca —respondió otra voz, más fina y ansiosa—, puedo sentirlo.¿Cómo es que ellos no lo sienten?

—Ellos nunca sienten nada.

—¡Debemos marcharnos!

—No, no es el momento. Debemos esperar, puede que pronto se den cuenta.

—Tengo miedo.

—Yo también, pero no podemos marcharnos sin más. Tendremos que quedarnos.

Confusa y asustada, la mujer se atrevió a mirar tras la puerta del jardín. Sin embargo no había nadie.

Los únicos que estaban ahí eran sus dos perros, observándola fijamente.