DIENTES
Esa mañana, Amelia despertó con una insólita sensación. Había algo en su boca que no la dejaba en paz.
Ansiosa, se llevó la mano a los labios y escupió.
«¡¿Pero qué es esto?!»
Había un diente sanguinolento sobre su palma.
Un rápido vistazo en el espejo del baño le confirmó que no era suyo. Su dentadura estaba completa. Mas eso no la tranquilizó.
«¿Cómo? ¿De dónde salió…?»
Un impulso interior detuvo la línea de sus pensamientos. Amelia se dobló sobre sí misma, presa del asco repentino. Apenas tuvo tiempo de arrodillarse ante el escusado. En ese preciso instante, su miedo se transformó en incredulidad. Después en terror.
Decenas de dientes brotaron de su boca, desde lo más profundo de sus entrañas.