EL VENDEDOR DE DESEOS
Mis pasos me llevaron hasta la intersección frente al pub del barrio, era justo la medianoche. Una brisa helada me dio la bienvenida, al tiempo que la farola de la esquina se encendía repentinamente.
Doblé a la izquierda y lo vi. Alto y bien vestido. Ojos negros cual carbón. Las leyendas locales eran ciertas.
El vendedor de la Calle de los Deseos me sonrió.
—Una memoria por un anhelo. Ese es mi trato.
Me desprendí del recuerdo de sus ojos, de quien solo había sabido corresponder mi afecto con su desprecio y sus palabras irónicas.
El vendedor me marcó con su sello invisible. Tomé mi guitarra y toqué como nunca antes lo había hecho. Hace tiempo juré que sería un músico famoso y cumpliría con mi palabra.
Aunque para lograrlo tuviera que renunciar al amor.