ESLABÓN
—Será mejor que no hagáis ningún movimiento brusco. No queremos alterarlo.
—¿A quién?
El cuidador del zoológico lo señaló mientras nos acercábamos al recinto, resguardado por muros de vidrio. Un enorme gorila de espalda plateada estaba sentado al otro lado, mirándonos fijamente.
—Sí, la verdad es que luce amenazante. Es casi como si estuviese esperándonos.
—¿Hablas en serio? No es más que un estúpido simio, dudó que comprenda siquiera lo que pasa a su alrededor.
—Él puede, sí. Os sorprendería cuan lejos llega su comprensión del comportamiento humano —insistió el encargado con seriedad—. Tanto que a veces me pregunto…
—¿Qué?
Justo antes de que pudiese contestar, el primate extendió una mano enorme y la presionó contra el cristal, revelando una sonrisa inquietantemente humana.