ESTARÉ EN CASA

—¿Mamá? ¡Hola! ¿Cómo va todo por allá?

—¿Quién es? ¿Qué clase de broma es esta?

—Soy yo, mamá. Soy Cindy. 

La mujer se quedó muda, negándose a reconocer a la hija que había perdido. Ese día se cumplían diez años de su desaparición.

—No puede ser…

—Solo llamaba para saludar y decirles que estaré en casa para Navidad.

—Si esto es una broma…

—Tengo que irme, mamá, dale un beso a papá de mi parte. ¡Os quiero!

La madre colgó el teléfono y miró a su marido, lívida de terror. Se lo contó todo.

—No es posible —replicó él, palideciendo—. No es posible porque ella está muerta. ¡Tuvimos que hacerlo, mujer! ¡Tuvimos que hacerlo!

Ambos miraron hacia el jardín, donde realmente descansaban los restos de su hija.