ESTOY AQUÍ
En 1978, el hermano pequeño de mi madre desapareció. Tras una búsqueda infructuosa, ella y mi abuela abandonaron la ciudad y la casa donde vivían. Hoy la abuela está muerta y mamá nos ha traído de regreso a su hogar de infancia.
Ella no me creé, pero sé que algo más habita con nosotras. Puedo sentirlo.
Bajé al sótano.
—¿Hay alguien aquí? —pregunté.
Una solitaria bombilla en la pared parpadeó débilmente.
—¿Eres tú? ¿Tío?
La estropeada bombilla se encendió. Con un mal presentimiento, tomé el martillo y golpeé el muro para empezar a derrumbarlo. Un olor nauseabundo inundó mi nariz al retirar los primeros ladrillos. Grité.
Desde aquel recoveco, el esqueleto de un chiquillo me devolvió la mirada con las cuencas de sus ojos vacías.