FELICES PASCUAS
Después de Navidad y Halloween, la Pascua era la mejor época del año. Tim siempre se divertía buscando huevos y desde luego, había escuchado hablar sobre el conejo de las Pascuas.
Por eso, cuando lo vio por primera vez, no pudo evitar sentirse confundido. Había algo en aquel animal que no estaba del todo bien, algo que lo hacía sentir incómodo.
—Hola, pequeño —lo saludó la criatura, con una voz que no era del todo amable.
—¿Eres tú el conejo de Pascua? —preguntó el niño.
—Sí, soy yo —le respondió el animal, con una sonrisa en su rostro y un brillo inquietante en la mirada.
—¿Por qué no te veo en ningún otro momento del año?
—Sólo me dejan salir en esta época —contestó él, con una risa nerviosa.
—¿Quiénes?
El conejo amplió su sonrisa, mostrando sus dientes afilados e invitándolo a entrar en su madriguera. De allí lo sacó su familia horas más tarde, pálido, herido y mudo de terror. Nadie supo lo que le ocurrió exactamente.
Tim nunca volvió a disfrutar de las Pascuas.