FROZEN

—¿Y si hacemos un muñeco?

Escucho la risa infantil de mi hermana pequeña y me estremezco. No puedo salir de aquí. Todo ha cambiado desde el día en el que mis padres decidieron encerrarme, como el monstruo que soy.

Sé que lo merezco, el frío no se va a detener, estoy maldita y soy un peligro para los demás. Sin embargo ella sigue viniendo, espera que le abra la puerta.

Desearía que se marchara de una vez por todas.

—¡Ven! ¡Vamos a jugar!

Me hago un ovillo detrás de la puerta y cubro mis oídos. Le he dicho a papá que ella no deja de molestarme, pero no le ha dado importancia. Creo que nadie se ha dado cuenta. Solo yo.

Siento que toca a la puerta una vez más, su risa macabra retumba en mi cabeza. Sigue tan contenta como aquella noche en la que por accidente, la maté.