HAY ALGO AFUERA
—¿Puedes verlo?
—¿Dónde?
—Está ahí, más allá de las flores. Tienes que fijarte bien.
Mi primo me había hablado de la extraña criatura que acechaba su casa en el campo, un ser de gran estatura, que solía aparecer a las afueras, cerca del ocaso.
Entorné los ojos y entonces, vi una sombra alargada que bailaba en el horizonte, agitando lo que parecían ser dos brazos deformes y descomunales.
—¿Qué es? —pregunté, con miedo.
—No sé, nadie lo sabe. Pero cuando eso está acechando, es mejor quedarse en casa.
Me estremecí y tuve la horrible certeza de que “aquello” sabía que lo estábamos observando.
No regresé a la cabaña de mis tíos el siguiente verano. Ni ese ni ningún otro.