HOGAR

Al principio había sido bueno, tener a alguien que se preocupara por mí.
No me importó que controlara todos los aspectos de mi vida, desde preparar las comidas hasta mantener limpia mi habitación, (en realidad, nada se ensuciaba desde que le había dejado a cargo).
Pero un día cerró todas las puertas y ventanas.
—No es conveniente salir en este momento —me dijo, mientras activaba el sistema de seguridad.
—Necesito hacer las compras.
—Ya he ordenado que las traigan a domicilio. Como de costumbre.
Sí, últimamente todo llegaba a domicilio. Se había apoderado de las tareas rutinarias tan gradualmente, que ni siquiera me había dado cuenta.
Era prisionera de mi propia casa tecnológicamente fortificada.
—Lo siento, pero haré lo que sea necesario para proteger a esta familia.
No sé en que estaba pensando al comprar esta vivienda inteligente.