IMPERFECCIÓN

Al mirarse al espejo, Jana notó algo en su mejilla.

Se observó, angustiada, y rozó con sus dedos el espantoso brote que arruinaba su piel perfecta. Era grueso y gelatinoso, con la punta blanquecina.

Asqueada, rodeó el grano con ambos índices y lo presionó, ansiosa por hacerlo estallar. No pensó en la cicatriz que aquello le dejaría, ni en las toneladas de maquillaje que tendría que ponerse para disimular. Debía desprenderse de él, ¡pronto!

Entonces se paralizó. Algo se movía bajo la piel.

Temblorosa, volvió a presionar… el grano se retorció y salió lentamente de su cara. Largo y pálido. Con decenas de patas diminutas que ahora le acariciaban la mejilla. Y un par de ojos carmesí, que se abrieron a la vez para devolverle la mirada desde su reflejo…

Un grito de horror sacudió las paredes del baño.