INDEPENDENCIA
Durante la exhibición de drones del 4 de julio, una inmensa multitud se reunió en las afueras para mirar con asombro como el cielo se llenaba de vibrantes colores.
—Es mucho mejor que los fuegos artificiales de siempre.
—¿Qué es eso, mamá?
Mi hija señaló algo en las alturas.
Una fila de luces extrañas parpadeaba, destacando como una mancha verdosa entre las barras y estrellas de la bandera de drones. Lo siguiente que supimos, es que los aparatos estaban estallando y se precipitaban sobre nosotros, envueltos en llamas.
Un hombre desapareció delante nuestro, convertido en un montón de cenizas.
—¡Salgamos de aquí! —Mi esposo tomó a la niña en brazos y me urgió a levantarme a mí también—. ¡Vamos!
Echamos a correr, como el resto de la gente que, presa del pánico, intentaba escapar a las luces ardientes que provenían de las naves invasoras.
Nuestra independencia se terminaba esta noche.