LA HABITACIÓN DE JULIA
Mi hija falleció hace un año.
Fui yo quien la acompañó en aquella cama de hospital. Julia me sonrió hasta el final, aunque el cáncer le estuviera arrebatando la vida.
Eso era lo que pensaba, antes de escuchar sus últimas palabras:
—¿Sabes, mamá? Hay algo en mi habitación. Lo vi antes de enfermarme.
—¿Qué cosa, cariño?
—No dejes que salga de ahí.
Las cenizas de mi pequeña reposan sobre su escritorio. Pese a su ausencia todo se mantiene igual, desde su cama hasta sus muñecas. Cada viernes entro para limpiar un poco y luego me aseguro de cerrar la puerta con llave.
No sé lo que vio mi hija en ese sitio antes de morir, no quiero indagarlo. Pero ella no mentía. Lo sé.
Nunca dejaré que nadie más entre en su habitación.