LA SIRENITA

Moribunda, me deslicé dentro de la habitación. Él estaba ahí, durmiendo con su esposa. Un dolor más ardiente del que sentía al caminar me atravesó el corazón, al verles abrazados entre las sábanas. 

La primera vez que lo ví, supe que nunca podría amar a nadie más con tanta intensidad. Su pelo, sus ojos, su sonrisa. Su mundo. Mi tormento y mi felicidad a la vez. Mi príncipe.

Éramos tan felices al andar junto al mar. Era tan feliz cuando me miraba y sus ojos me ayudaban a ignorar la agonía de mis pasos en tierra firme.

Esos días se desvanecieron. Alguien más me arrebató su corazón. 

Levanté el puñal en mi mano…

Antes de fundirme con la marea, abracé el cuerpo inerte de mi amado y besé sus labios. Casi parecía sonreírme. Mi príncipe. Mi dulce príncipe y yo. 

Juntos en las profundidades. Para siempre.