LA TIENDA
Pedro y Evaristo se quedaron atónitos al ver la pequeña tienda de ultramarinos, iluminando el paisaje con sus luces de neón. Ambos volvían a casa después de una larga jornada en el campo.
—¿De dónde demonios salió este lugar? ¡En la mañana no había nada!
—Será que no miramos bien. No sé tú pero yo tengo sed, voy a ver que consigo.
—No entres, Pedro. Este lugar no me da buena espina.
—¡Tú y tus estupideces! Solo es una tienda, hombre.
Antes de que lo pudiera detener, el hombre cruzó las puertas automáticas. En ese instante, una niebla luminosa y repentina envolvió el establecimiento.
—¿Pedro? ¡Pedro!
Ante los ojos atónitos de Evaristo, la tienda fue engullida por la bruma hasta desaparecer, llevándose a su compañero consigo.