LADRONA

—No acostumbro usar este tipo de ropa, pero desde que lo vi me encantó.

—Luces fantástica. Te verás preciosa en tu cita.

Mónica miró al maniquí que hasta hacía unos minutos lucía su vestido nuevo. Había algo en sus ojos de cristal que le inspiraba miedo.

La vendedora le sonrió.

—Gracias por tu compra. Vuelve pronto.

A la mañana siguiente, el guardia del centro comercial encontró su cuerpo sin vida en uno de los baños, a poca distancia del restaurante donde debía cenar con su novio. No llevaba más ropa que su coqueta lencería, aunque no había señal alguna de que hubiera sido violentada.

Su rostro estaba congelado en una máscara grotesca de horror.

Sobre el escaparate de la boutique, el sonriente maniquí portaba de vuelta aquel sensual vestido rojo.