MANOS

—¿Qué ves? 

—Mis manos. Están limpias.

—Así es, muchacho. Vamos progresando. 

Tengo que creerle. Si el doctor dice que me estoy recuperando, debe ser cierto. Pero nada ha vuelto a ser lo mismo desde aquella noche terrible…

Intento mantenerme ocupado haciendo figuras de origami. El trabajo manual me relaja, me impide pensar en lo que hice. Aún puedo escuchar sus gritos, ver su cuerpo inmóvil sobre el asfalto. Y mis manos sobre el volante, salpicadas con su sangre…

Cierro los ojos y respiro profundamente. Mis manos están limpias.

Eso es todo lo que importa.

Abro los ojos y el horror me invade al notar las figuras de papel. La sangre salpica cada adorno, cada pliegue…

¡Mis manos aún están manchadas!