MANTÍCORA

—¿Qué hace una jovencita como tú tan sola? ¿Estás perdida?

La joven miró entre los árboles, sobresaltada. Un hombre la estaba observando. Su calva cabeza asomaba detrás de un grueso roble, muy cerca del suelo. 

—Sí, no puedo encontrar el camino hacia la aldea.

—El bosque es peligroso. Se dice que una bestia está merodeando por aquí.

—Eso escuché. ¿Podría ayudarme?

Una pérfida sonrisa se dibujó en los labios del sujeto.

—No deberías haber salido sola de casa. 

La muchacha levantó el hacha que ocultaba entre sus faldas y la arrojó contra él, justo cuando se abalanzó sobre ella. Miró como se desplomaba en el suelo, liberando un agónico alarido. No era un hombre. 

Lucía exactamente igual que en su sueño. Cabeza humana y cuerpo de león. La chica suspiró de alivio en cuanto sus ojos se cerraron. 

Finalmente había matado a la bestia.