MEMORIA

La joven abrió las puertas. El hombre de la habitación la miró con expresión impávida. Sus manos ensangrentadas sostenían el cuerpo pálido e inerte de una niña pequeña. De pronto, lo vio esbozar una sonrisa horrible…

—¿Alice? ¡Alice! ¿Estás bien?

La chica sintió una sacudida y al instante siguiente, se vio junto a su amiga Kumiko, que muy amablemente se ofreciera a mostrarle la mansión de su ancestro.

—Dios, creo que tuve una alucinación o algo, ¿qué decías?

—Nada. Este era el gabinete privado del tatarabuelo Li. Mi madre cuenta que, tras la desaparición de su hija, él solía encerrarse aquí a beber por horas. Todos tenían prohibido entrar. La pobrecita, nunca la encontraron.

Alice volvió a mirar la habitación vacía y sintió un estremecimiento.